sábado, 2 de agosto de 2014


Opinión

Un riesgo para la salud que es urgente atender

Por Dr. Pier Paolo Balladelli | Para LA NACION

La salud no depende primariamente de los servicios de salud, sino de determinantes en otros sectores de la vida pública que pueden afectarla negativamente o contribuir para su protección. La calidad del aire que respiramos es uno de estos determinantes.

Según la OMS, la contaminación atmosférica fue responsable de la muerte de unos 3,7 millones de personas menores de 60 años en 2012 y afecta principalmente a los países de ingresos medios. Cuanto menor sea la contaminación atmosférica de una ciudad, mejor será la salud respiratoria y cardiovascular de su población. Si tenemos en cuenta que América es la región más urbanizada del mundo, veremos que éste es un importante asunto de salud pública que, además de medidas en el nivel local, necesita también de acuerdos y acciones en el plano internacional.

Los estudios indican que la mala calidad del aire en espacios interiores puede suponer un riesgo para la salud de más de la mitad de la población mundial. Incluso, la contaminación del aire interior y exterior combinados se encuentra entre los mayores riesgos para la salud en todo el mundo.

En los hogares donde se emplea la combustión de biomasa y carbón para cocinar y calentar los ambientes, los niveles de partículas en suspensión (PM) pueden ser entre 10 y 50 veces mayores que los valores recomendados en las Directrices sobre Calidad del Aire, elaboradas por la Organización Mundial de la Salud (OMS) en 2005. Las PM afectan a más personas que cualquier otro contaminante y sus principales componentes son los sulfatos, los nitratos, el amoníaco, el cloruro sódico, el carbón, el polvo de minerales y el agua.

Esas partículas están hoy muy presentes en el entorno en el cual viven las familias. Los indicadores muestran que la contaminación atmosférica está empeorando en varias ciudades; sin embargo, otras están alcanzando avances notables.

La calidad del aire se puede mejorar cuando se materializan políticas tales como la prohibición del uso del carbón para la "calefacción" en los edificios, cuando se apoya el uso de combustibles renovables o "limpios" para la producción de electricidad o cuando se asegura una mejor eficiencia de los motores de vehículos.

En algunos distritos urbanos se está contribuyendo a mejorar la calidad del aire mediante la promoción del "transporte activo", es decir, dando prioridad a las redes de transporte público urbano, a caminar y a andar en bicicleta.

Para que las personas adopten estilos de vida más saludables es necesario que la promoción esté acompañada de un "entorno facilitante"; en otras palabras, de condiciones en las cuales puedan darse efectivamente tales estilos de vida sana.

Por ejemplo, para que la población elija más la bicicleta para circular por cualquier ciudad es necesario contar con bicisendas de amplio recorrido y en buen estado que faciliten la adopción de estas medidas personales.

El buen manejo de los residuos es otro de los puntos que también favorecen la obtención de una mejor calidad del aire. Estas iniciativas no sólo limpian la atmósfera: también pueden servir como un catalizador para el desarrollo económico sostenible y la promoción de estilos de vida urbanos saludables, que a su vez redundan en otros beneficios para la salud y el bienestar individual y colectivo.

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