jueves, 26 de noviembre de 2015


Las golondrinas y el cambio climático
Prensa UNL - El Litoral - ellitoral.com

Conocer las tasas de modificaciones de las temperaturas y cómo las aves pueden adaptarse a ellas es una herramienta valiosa para emprender acciones de conservación



Investigadores de la Universidad Nacional del Litoral (UNL) y del Conicet estudiaron la biología reproductiva y la dieta de las golondrinas de la especie Tachycineta para saber cómo las podría afectar el cambio climático y con ellas a muchas otras especies. Es posible que las aves se queden más tiempo en algunos lugares o cambien sus patrones de migración aprovechando la abundancia más prolongada de insectos que existe por las altas temperaturas.

El estudio, encarado por Martín Quiroga junto al equipo del área de Ornitología del Instituto Nacional de Limnología (Inali), es parte de un proyecto llamado “Golondrinas de las Américas”, que terminó en el año 2012 y que abarcó todo el continente. Se trataba de un relevamiento basado en el estudio de cajas nido instaladas en distintos lugares del continente americano. “En Argentina, los sitios de muestreo se encontraban en Ushuaia, Buenos Aires, Misiones y Santa Fe. También había en Brasil, Venezuela, México, Perú, Canadá, Alaska y varios más en Estados Unidos. La idea era tomar datos de la biología reproductiva y la alimentación para compararlos en diferentes escenarios ambientales”, recordó Quiroga.
Los investigadores tomaban datos tales como número de huevos que había en los nidos, cantidad e índice de supervivencia de pichones, su crecimiento y la dieta de las aves. “La dieta es un aspecto más que importante en el período reproductivo, porque las hembras deben alimentar a sus pichones, una actividad que demanda mucha energía, tiempo y riesgos. Se trata de un período crítico, porque deben pasarse el día alimentando y cuidando el nido para que no se lo depreden”, aseveró Quiroga.
Según acotó, las especies se reproducen cuando hay mayor oferta de alimentos, una economía que posibilita la supervivencia. “Nos encontramos ahora analizando las muestras de dietas colectadas con la idea de saber en detalle de qué se alimentan. De esta manera, podremos conocer qué alimentos consumen (se sabe que comen insectos voladores) y su relación con el clima y el ciclo hidrosemientológico del río. Esto nos permitirá reproducir con más detalle escenarios climáticos futuros en donde se podría incluir la abundancia de alimento”, indicó.
Dieta
Según el investigador, un dato relevante es conocer cuándo los adultos alimentan a sus pichones, sobre todo en climas como el del Litoral, donde se da una gran variabilidad de temperaturas. “Tenemos un clima donde un día hay 34 grados y otro hay 17. Si los pichones no están bien nutridos, en momentos de baja temperatura se pueden morir”, continuó.
Para conocer los detalles de la dieta, el equipo de Quiroga tomó muestras de los nidos. “Si encontrábamos las hembras con comida en la boca, se la retirábamos para luego especificarla. Por otro lado, pusimos unas especies de aspiradoras que tomaban insectos del ambiente para ver si las aves se alimentan de algunos en particular o comen lo que encuentran”, manifestó.
En este sentido, Quiroga aclaró que las golondrinas son aves insectívoras aéreas, es decir, que se alimentan de insectos volando. “Vuelan y comen insectos pequeños, porque poseen picos pequeños. No tienen la posibilidad de alimentarse de otra cosa. Hemos encontrado alguaciles, mosquitos, avispas pequeñas, moscas y partes de langostas, todos insectos de consistencia blanda. No comen semillas, ya que poseen una dieta ligada a su tipo de actividad: volar consume mucha energía, por lo cual necesitan muchas proteínas”, destacó.
“Tomamos muestras todos los días para ver cómo baja o aumenta la cantidad de alimento con los cambios de temperatura, datos que cruzamos con información ambiental que nos da el Centro de Información Meteorológica (CIM) de la UNL. Cuando baja la temperatura o llueve, supuestamente baja la captura de insectos. Nos interesa saber cómo las especies se están adaptando, por qué hay algunas que se quedan durante el invierno, si hay una abundancia mínima de insectos que les permita quedarse y no tener que emigrar. Lo estudiaremos durante todo el 2015”, sostuvo.
Tasa de cambio climático
Al mismo tiempo, expresó que el problema no es el cambio climático en sí, sino la veloz tasa de cambio que conlleva actualmente, más que nada debido a las actividades humanas. Según Quiroga, usualmente las especies son bastante plásticas. Sin embargo, cuando son más especialistas, como cuando comen sólo insectos, es más difícil que se genere una respuesta a los cambios en el ambiente. “De este modo, el problema no es que el clima cambie, sino que lo hace demasiado rápido como para que las especies puedan generar cambios adaptativos. Estamos tratando de entender algunos aspectos que pueden influir en las aves y que pueden ser modificados con el cambio climático”, afirmó.