miércoles, 23 de septiembre de 2020

ALEMANIA

¿Cómo conseguir una agricultura más ecológica?
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¿Sembrar flores o papas? Un agricultor de una granja convencional está experimentando métodos de agricultura orgánica y muestra que la conservación de la naturaleza es compatible con su explotación agraria.




"Papas, deliciosas y saludables" se lee en el letrero de la puerta. Se podría agregar también "raras". El lema corresponde a la filosofía de Cornel Lindemann-Berk: la calidad antes que la cantidad. "No tenemos suficiente lluvia en el verano; como no queremos regar, hicimos de la necesidad una virtud". Así que apostó por variedades poco habituales como la papa Bergerac o la Bamberg.

El rendimiento es un 50% menor de lo podría ser, pero no tienen ese sabor acuoso, sino uno más fuerte, y son ricas en minerales como el potasio o el magnesio. De todas partes de la región vienen clientes para comprar estas deliciosas papas en la tienda de la granja.


Medidas que promueven la biodiversidad, a pesar de la agricultura

El verano pasado, sin embargo, a los clientes les encantaron las exuberantes y coloridas flores bordeando el campo frente a su granja bajo el zumbido de los insectos. "Las especies han aumentado y el número de insectos de cada especie se ha cuadruplicado", dice el agrónomo. Los científicos dieron cuenta de este crecimiento en la franja de flores sembrada específicamente para insectos y pájaros. Aquí los animales encuentran néctar, alimento y cobijo donde reproducirse.


Así se convierte la agricultura convencional en "orgánica"

Esta empresa familiar de Renania es una de las diez que integran F.R.A.N.Z. Son las siglas de "por unos recursos agrarios y naturales con futuro", iniciativa que busca probar e implementar medidas prácticas y económicamente viables de agricultura y conservación de la naturaleza en Alemania hasta 2027. "En el marco del proyecto, no tratamos las zonas con estiércol líquido o pesticidas, pero el rendimiento es a veces cero, porque las malas hierbas como el cardo y la bardana se descontrolan", indica el apasionado agricultor. En torno a un solo cultivo suelen crecer una treintena de malas hierbas y plantas no deseadas.

Lindemann-Berk lleva años perdiendo dinero con los cereales o la colza (Se ríe porque ya no vive de la agricultura, sino de alquilar apartamentos en su imponente granja de época.) Pero son importantes para la rotación de cultivos, como se hacía hace siglos. Eso regenera el suelo y reduce las enfermedades y plagas.

En una plantación de maíz se dejaron espacios de veinte metros cuadrados, por ejemplo, para que las alondras, unas aves muy diezmadas, pudieran posarse en el suelo sin dificultad. "Ventanas", las llama.


Alta tecnología y estiércol como en el pasado

En una emergencia, Lindemann-Berk usa fertilizantes y pesticidas en dosis homeopáticas: "demasiado fertilizante puede incluso hacer que se multipliquen las malas hierbas no deseadas". Afirma llevar cuarenta años calculando las dosis, usando muestras de suelo para examinar los nutrientes. Con un pulverizador digital geolocalizado por satélite se echa el herbicida allí donde hace falta.

Lindemann-Berk prefiere usar fertilizantes orgánicos, o sea, estiércol. "Viene de los Países Bajos porque aquí casi no hay ganadería". Su granja suministra grano para el ganado al país vecino. "Entonces, ¿por qué no traer las excreciones de los animales?" Con el uso de bacterias del ácido láctico, el agricultor pudo además reducir drásticamente los fungicidas químicos para combatir los hongos.

Después de la cosecha, vuelve a toma muestras. "Las mediciones hasta ahora no han mostrado residuos de glifosato en el cereal", dice Lindemann-Berk. El agricultor señala el estante lleno de archivadores detrás de él. Hay que guardar los registros durante cinco años. Las regulaciones de fertilizantes se han endurecido durante años, los aditivos se han reducido a la mitad, pero su presencia en el agua subterránea tarda treinta años en hacerse patente, porque demora mucho en infiltrarse.


No es una granja orgánica, sino una operación ecológica

Las granjas orgánicas solo pueden tratar sus plantas con preparados de cobre, que estimula el crecimiento y actúa contra los hongos. Es un metal pesado, pero en pequeñas dosis es necesario para el cuerpo humano. "Hacemos lo posible para hacer negocio de manera respetuosa con el medio ambiente y adoptar lo que las granjas orgánicas hacen bien", dice Lindemann-Berk. "Porque nadie quiere contaminar el medio ambiente; las empresas agrícolas han estado trabajando en el mismo lugar durante cientos de años", resume.

La sostenibilidad es una prioridad, pero para certificarse como granja orgánica se tienen que arrancar las malezas a mano y, como en tiempos prehistóricos, rastrillar regularmente el suelo alrededor de las plantas para arrancar las malas hierbas. "Nadie quiere hacer ese trabajo, ni siquiera los jóvenes que vienen en prácticas". En la era de la agricultura industrial en Alemania lo hacen grandes máquinas.

El agricultor deja más espacio entre sus plantas. Así absorben más nutrientes del suelo, que está mejor aireado y, por tanto, es menos propenso a las enfermedades por hongos. Cornel Lindemann-Berk también hace un llamamiento a los consumidores que aún prestan demasiada atención a la apariencia: "si ofrezco a mis clientes manzanas sabrosas y sin tratar del huerto, se quejan de algunas manchas". Eso de que la fruta sea orgánica al cien por ciento "no es compatible" con tener buen aspecto.



Agricultura ecológica para combatir el cambio climático y la pandemia

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La agricultura ecológica se plantea como una alternativa efectiva para alimentar a la población mundial sin poner en riesgo la salud del planeta, preservando la biodiversidad y los ecosistemas locales.



Hace 24 años Brasil vivió uno de los capítulos más oscuros de su historia agraria. Una veintena de miembros del Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra fueron acribillados en el estado de Pará. Por este suceso, cada 17 de abril se celebra el "Día Internacional de las Luchas Campesinas". No obstante, el pasado sigue estando más presente que nunca: según el informe "Conflictos en el Campo Brasil 2019" de Comisión Pastoral de la Tierra (CPT), y los conflictos y violencia en 2019, se produjeron 32 asesinatos y 201 amenazas de muerte.

Asimismo, en el año pasado se registró el mayor número de asesinatos de líderes indígenas de los últimos 11 años. Se trata de uno de los principales problemas que deben afrontar las organizaciones campesinas en América Latina, pero no la única. "No es posible pensar un futuro en los territorios de quienes producen la mayor parte de los alimentos mientras continúe el acaparamiento de tierras, la expansión de los monocultivos industriales, la contaminación masiva con agrotóxicos, la destrucción de los ecosistemas y el extractivismo", dijo a DW Carlos Vicente de GRAIN América Latina, una organización internacional que apoya a agricultores en pequeña escala y a movimientos sociales.

Reivindicaciones en tiempos de pandemia

A esta situación se une el hecho que este año la conmemoración coincide con la crisis mundial del coronavirus. En este contexto, la Vía Campesina, un movimiento social internacional de pequeños y medianos agricultores que aboga por la defensa de la agricultura campesina, reivindica más que nunca su papel de "alimentar los pueblos" en el sistema alimentario mundial, uno de los mayores responsables del calentamiento global.

Según datos de esta organización, entre el 44 y 57 % de todas las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) provienen de la cadena alimentaria industrial, entre las que se encuentran la deforestación, agricultura, procesamiento, embalaje, negocio minorista, transporte, refrigeración y desperdicios.

Ello se debe a las "grandes plantaciones de monocultivos como la palma africana, la caña de azúcar, la soja; utilizando grandes cantidades de químicos y semillas transgénicas", dijo a DW Nury Martínez, portavoz de La Vía Campesina en Sudamérica. A lo que hay que añadir "la ganadería extensiva y los comestibles ultraprocesados que no solo son dañinos para la salud si no que, a través de los tratados de libre comercio, importan millones de toneladas de alimentos utilizando muchísimo combustible", agregó.
  

                      



Según datos de la organización, mientras el sistema alimentario industrial provee alimentos al 30 % de la población mundial utilizando un 75 % de los recursos agrícolas, los agricultores a pequeña escala alimentan a más del 70 % de la población mundial utilizando el 25 % de los recursos agrícolas.

"El sistema industrial de alimentos es un fracaso frente a una crisis mundial como la que vivimos", criticó Martínez abogando por un cambio de modelo del agronegocio. "Mientras el sistema alimentario industrial no reconozca el derecho a la alimentación como un derecho humano y utilice los alimentos como una mercancía, no podrá nunca acabar con el hambre en el mundo", aseguró.

No obstante, "los productores familiares están produciendo los alimentos a lo largo de todo el continente que permiten que no haya un incremento del hambre durante esta pandemia", agregó Vicente.

La alternativa de un futuro más sostenible

"La pandemia va a pasar, pero el cambio climático sigue", alertó a DW Julia Lernoud de la Comisión Directiva de IFOAM Internacional, la organización paraguas mundial para el movimiento de agricultura ecológica, con sede en Bonn (Alemania). Así, además de la pandemia, "la agroecología de base campesina es una de las respuestas que tenemos para enfrentar la crisis climática", aseguró Vicente. "Cuidando los suelos podemos en las próximas décadas secuestrar casi un 50 % del dióxido de carbono que hoy se ha acumulado en exceso en la atmósfera", agregó.


Además del abandono del uso de agrotóxicos y monocultivos, otras medidas que propone la agricultura ecológica en la reducción de emisiones de carbono son "la diversificación de la producción, la utilización de bioinsumos y la interacción con la madre naturaleza", detalló Martínez, que destacó el uso de conocimientos ancestrales y la protección de la biodiversidad con el uso de las semillas criollas.

La situación actual "es una oportunidad de pensar en todos los actores de la cadena de valor incluyendo la naturaleza, la biodiversidad, la protección de nuestras aguas, de nuestros aires...", consideró Lernoud. "Tenemos una oportunidad de diseñar nueva economía, un nuevo sistema productivo y social", agregó.

Para ello, es necesario que "el poder que hoy ejercen las corporaciones del agronegocio sobre los Gobiernos y organismos internacionales sea desmantelado para que se privilegie hoy más que nunca el bien común por encima del interés de las corporaciones", concluyó Vicente. (few)


ARGENTINA

Acuerdos para fomentar la agroecología

diarioelargentino.com.ar

La Comisión de Recursos Naturales y Ambiente de la Cámara de Diputados, presidida por el diputado (La Paz) Sergio Castrillón, se encuentra analizando el proyecto de Ley para fomentar, incentivar y desarrollar los llamados sistemas de producción agroecológica.



Se trata de una propuesta que en principio está reuniendo el apoyo –inusual, por cierto, pero bienvenido- de entidades ambientales como de las patronales vinculadas con la producción agropecuaria, además de organismos como el caso de Investigación Nacional del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA).

El proyecto de ley tiene dos autores: Ángel Giano (que es el actual presidente de la Cámara de Diputados) y Mario Torres, pero lo elaboraron cuando eran senadores departamentales.

Los legisladores recibieron los aportes y perspectivas del intendente de Gualeguaychú, Esteban Martín Piaggio; y del director nacional de Agroecología, Eduardo Cerdá. En ambos casos, no sorprendió a nadie el apoyo que los dos dieron al fomento de la agroecología. Fue un apoyo coherente con lo que vienen proponiendo desde hace años.

Por su parte, el coordinador del INTA de la Chacra Experimental Integrada Barrow, Martín Zamora; como el delegado de la Federación Agraria Argentina (FAA), Alfredo Bel; y el titular del distrito Entre Ríos de la Sociedad Rural Argentina, Walter Feldkamp, también dieron un apoyo importante a la iniciativa.

Lo sorprendente es que en el paradigma de la agroecología puedan confluir tan diversos sectores tan unidos.

Expuesta esta situación, hay que entender entonces que la Comisión de Recursos Naturales y Ambiente de la Cámara de Diputados de la provincia no tendría mayores obstáculos para aprobar el proyecto que pretende “fomentar, incentivar y desarrollar sistemas de producción agroecológica mediante la regulación, promoción, capacitación e impulso de prácticas, actividades, procesos de producción, comercialización y consumo de alimentos saludables”.

Porque está claro que, así como se acuerda que la agroecología genera enormes beneficios para las generaciones presentes y para las futuras; hay que decir que el actual sistema extractivista, fomentador del monocultivo de exóticas, del desmonte nativo y de incendios de pastizales de manera intencional, es un modelo que agota los bienes naturales, y destruye toda posibilidad de diálogo entre el la cultura y la naturaleza.

La agroecología hay que comprenderla no solamente como la aplicación de una técnica sustentada en conocimientos científicos; sino fundamentalmente en un valor cultural como la defensa de la vida.