miércoles, 24 de mayo de 2017

Las hormigas que se ríen de las pruebas Pisa
viajes.elpais.com.uy

Vos te creés muy superior porque sos grandote, te basta con dos patas y no andás
arrastrando hojitas por el suelo…


Pero a un hormiguero no le pongas dos veces el mismo cebo mortífero porque con el primero ya aprendieron que les estás tirando porquerías. Eso es algo que reconocen los fabricantes en la etiqueta. El ser humano, en cambio, puede fumar o drogarse durante generaciones sin darle pelota a la experiencia ni a las prohibiciones. En algunas cosas, esas hormiguitas minúsculas son mucho más vivas que vos y ellas deben contemplar asombradas como a semejante grandotes hay políticos que les pueden vender tranvías. Hace muchos años, viví en una casa donde al fondo había dos cajones de abejas, ¡otras que pasan volando las pruebas Pisa! 

Las pobres abejas sufrían los ataques de un benteveo y un sapo que se las comían, los robos de un guitarrero que se metía adentro y les comía la miel sin importarle los picotazos, y de unas hormigas rosadas, más grandes que las habituales, voraces rapiñadoras de dulces. A esas las veías solo de noche, no fuera cosa que el benteveo o el sapo las atrapara a ellas. Les ofrecías una hojita y te hacían un mohín.

Volvía del diario de madrugada y la cocina estaba repleta de estas hormigas. Al prender la luz se quedaban inmóviles… aunque no podían evitar seguir tus movimientos con los ojos y las antenas. ¡Te miraban a los ojos las desgraciadas! Juro que lo vi. Cuando te les arrimabas, se dejaban caer y desaparecían debajo de cualquier mueble. ¿Dónde se escondían, dónde tenían el hormiguero o más bien nido, porque era un colectivo que no creo que sumara siquiera mil individuos? Finalmente lo descubrí, porque evitaban ir a su casa mientras yo las mirara: habían anidado en el calefón, dentro del material aislante entre las cubiertas exterior e interior, calentitas, a salvo de cualquier depredador. ¡Esas sí que tenían coeficiente de sobra!

L5Y6DYPFORBVDASKAE27NE6DSI

Mark Twain decía que no eran tan inteligentes como se decía, porque tironeaban de la hojita unas para un lado otras para otro y terminaban abandonando el botín al costado del camino. Pero o miró mal, o esas hormigas del Mississippi se habían mamado con whisky de maíz de ese que envasaban en porrones de barro cocido.

Para que sepas, hay más de 12.000 especies de hormigas y están acá hace al menos 100 millones de años. Si vamos al caso, el planeta es más de ellas que nuestro, si lo que vale es la presencia. No las confundas con las termitas, que también son inteligentes, pero no tienen cintura, son unas gordas fofas. O dicho de otra manera, las hormigas unidas, jamás serán vencidas. El ser humano es incapaz de reconocer la asombrosa capacidad de un bichito tan pequeño, de manera que trata de justificarse con una curiosa entelequia que denomina “inteligencia de enjambre” para no tener que avergonzarse si la comparan con la nuestra. Ahora llevaron esto a un nivel más alto y llaman “mirmecólogos” a los especialistas herederos de la curiosidad de Maurice Maeterlinck, que Natura lo tenga en la gloria.


Características-de-las-hormigas


Evitaré enredarnos en la vida de las hormigas, un tema que puede dar para kilómetros de escritura y mucho más conocimiento que el mío. Nuestro tema se centra en los últimos aportes al conocimiento de la inteligencia de las hormigas; de paso nos burlaremos un poquito de los que tratan de disimular la vergüenza del Rey de la Creación, diciendo que el comportamiento presuntamente inteligente de las hormigas puede recrearse en base a algoritmos… como si las payasadas del ser humano no pudieran explicarse de la misma manera. 

Además, los algoritmos explicarían cómo se hizo y no cómo se les ocurrió, cómo lo pensaron mientras interactuaban. Algún día tendré tiempo y ánimo para dedicarlo a presentarles lo que encuentre sobre el verdadero Rey de la Creación, que no es ni el hombre ni ningún insecto, sino el hongo. Al menos así lo veo yo y en esta historia encontrarás algún indicio. Hormigas y humanos tienen más parecidos de lo que uno puede presumir: ambos nos trenzamos en guerras aniquilantes y estúpidas, ambos pueden obedecer ciegamente a un líder (o reina) sin cuestionar lo que están haciendo; los hongos no pierden tiempo con esas cosas.

Yo creía que lo más fascinante de las hormigas (las podadoras) era su actividad agropecuaria cultivando el hongo, alimentándolo con esas hojitas, para luego comerlo… porque eso es lo que comen. El hongo no se limita a ser un alimento, también es un calefactor en invierno con su actividad fermental provocada por unas bacterias especiales que ellas (o más bien la reina) trajeron al hormiguero. Así como nosotros transformamos leche en quesos gracias a ciertos fermentos, ellas logran que las hojas sean asimilables por el hongo y que éste les resulte comestible y atractivo. El rol de las bacterias fue descubierto recién en 1990.


a-echinatior

Cuidando y cosechando al hongo como el agricultor se esfuerza y aprovecha su siembra de trigo

Imagen de previsualización de YouTube


Acá tenés de nuevo a un hongo relacionado con las hormigas. Pero esta no es una amigable simbiosis. Este hongo invade al insecto, se mete en su cerebro, lo obliga a ejecutar tareas que él no puede hacer y, cuando se aburre, se come a la hormiga. Para que sepas, también hay hongos que se te meten en el músculo cardíaco y te matana vos, así como hay otros sin cuya presencia no serías capaz de digerir ciertos alimentos. ¿O te creías que solo existen los champignones y los hongos de los pies?

Mirá si será complicado este asunto del hongo y las bacterias. Las agricultoras (y podadoras) suman 41 especies pertenecen a dos géneros: Atta y Acromymex, ambas originarias de América del Sur y Central (¿y la que mencionaba Mark Twain en América del Norte?). Lo que comen las hormigas, sus larvas y sus reinas, son las gonglidias, unas estructuras de los hongos muy ricas en nutrientes. También cultivan diferentes especies de hongos, pero todos pertenecientes a la familia Lepiotaceae. Hace tiempo que los científicos están tratando de aprender de las hormigas todo lo que saben sobre hongos y bacterias. Cuando Flemming descubrió la penicilina, que también es un hongo, no lo logró reflexivamente mirando a las hormigas, sino de pura casualidad y porque la limpiadora de su laboratorio era una desprolija.



Una lección de agricultura

En el esqueleto externo, la piel y armadura de las hormigas, se desarrollan unas bacterias del género Pseudonocardia y no por casualidad, sino porque la hormiga secreta sustancias que favorecen el crecimiento del microorganismo. Cuando los científicos comprobaron que esas bacterias tienen propiedades antifúngicas, quedaron de cabeza, porque parecía un contrasentido. Luego descubrieron que su querido Lepiotaceae es atacado por otro hongo parásito, muy virulento (el Escovopsis), de manera que lo que siempre llevan encima, es un antídoto para proteger a su hongo. Pero ahí no termina la cosa, las hormigas cuidan y transportan otras bacterias que fijan el nitrógeno necesario para su cultivo… y esto quizás sea solo una parte de todo lo que ocurre adentro de un hormiguero.

Atenti que además de las hormigas, hay unos escarabajos y están las termitas, que también cultivan hongos. Las hormigas se benefician, los hongos y las bacterias también y estaríamos en paz si no fuera porque a los insectos ¡justo se les ocurre alimentar a los hongos con los brotes jóvenes de nuestras más queridas plantitas! Si nos pudiéramos comunicar, capaz que las convencíamos de que le llevaran esos yuyos que tanto nos molestan. Así, en lugar de pisarlas o envenenarlas, hasta les cuidábamos los caminitos.


slider1
Hormigas sacando ventaja de su tamaño al aprovechar la dinámica de la tensión superficial en las gotitas de rocío

Vos dirás que ese comportamiento no demuestra inteligencia tal como la concebimos, sino un capricho asombroso de esa máquina de perfeccionar que es la Evolución de las Especies, descubierta por Alfred Russel Wallace y desarrollada (o rapiñada) por Charles Darwin. Ta bien, no te lo niego; la alambicada teoría será indigesta, pero es más fácil de asumir que pensar en algo consciente por parte de un bicho minúsculo que ni siquiera sabe quién es Tinelli. Pero esta misma hormiga cortadora nos sorprende con otras actitudes que no parecen una simple reiteración a lo largo de decenas de millones de años, debida a una increíble coincidencia de factores en algún momento de su evolución.

Atta columbica transporting leaves

La investigadora francesa se dedicó a complicarle la vida a la podadora colombiana atta colómbica. Ubicaba los caminos de las podadoras y encima les ponía un techo de plástico a tan baja altura que las agricultoras no podían pasar con las hojitas cargadas sobre su cabeza. La consecuencia inmediata fue un gran embotellamiento en la senda de regreso, mientras en la de ida, las hormigas intercambiaban información con las desoladas portadoras. No pasaron muchos minutos hasta que las hormigas regresaron con hojitas cortadas en trozos más pequeños para poder circular debajo del plástico. ¿Y eso también se lo podemos adjudicar a intrincados algoritmos o a instintos milenarios cuya esencia nadie logra explicar ni cometiendo crueldades con un perro como hizo Pavlov?

Este experimento quedó registrado en la revista Animal Cognition, donde se recopilan muchas cosas capaces de erosionarle la autoestima al más narcisista de los humanos y de poner en éxtasis al espíritu de Esopo que lograba que los bichos hablaran y nos dieran lecciones de moral.

La lucha por una galleta

Otra revista que recopila comportamientos inteligentes de nuestros compañeros de planeta, es Current Biology, donde este mismo año Antoine Wystrach, científico de la Universidad de Edinburgo demostró que las hormigas no siguen un recorrido por simple instinto repetitivo. Fijate el ingenio de Antoine, que les ponía en el camino unos pedazos chico de galleta y otros pedazos grandes, solo para obligar a algunas a caminar hacia atrás, cosa que debían hacer las hormigas más ambiciosas que escogían la galleta grande. Te debe quedar claro que estas no son hormigas podadoras, a las que solo tientan los vegetales, sino algunas de las coloradas que morfan cualquier cosa… pero la inteligencia parece semejante. En este caso eran hormigas del desierto, que no tienen camino ni rastros hormonales de hormigas precedentes, están a solas con su desafío de transportistas.

Pero de frente o de espaldas, las hormigas dieron con la dirección exacta al parecer guiándose por la posición del sol y por su memoria. Porque primero Wystrach las trató de confundir poniéndoles barreras. Cuando les pasaba eso, las hormigas se detenían un instante como para fijar en su memoria los cambios; lo mismo hacían si tenían que caminar en reversa. ¡Lo que daría un borracho por tener esa capacidad! Las hormigas son un fenómeno.

Imagen de previsualización de YouTube

También este año, un grupo de científicos de la Universidad de Bristol, en Inglaterra, descubrió que las hormigas Temnothorax albipennis intercambian información sobre la mejor vía para llegar al alimento descubierto por las exploradoras. La que busca información se aproxima a la experta y agitan sus antenas (quizás hace algo más y no nos damos cuenta) en lo que no se puede interpretar como otra cosa que como una descripción del itinerario. Los científicos concluyen que también aconseja la velocidad de la marcha y así lo expusieron en la revista Nature.

En ocasiones, la experta acompaña a la alumna y ambas se detienen varias veces para que la aprendiza fije detalles del camino. Cuando los aprendió, agita las antenas y golpea con sus patitas el abdomen de la maestra, para indicarle que se puede reanudar el camino. Si la maestra se adelanta mucho, aguarda hasta que la otra la alcance.

Como no te quiero aburrir, solo me limito a rematar con nuestras queridas “hormigas locas” de posadera gris y de incomprensible deambular. Van hacia adelante, hacia atrás, hacia los costados, se detienen, aceleran sin que nada parezca haber determinado esos cambios. Pero creeéme que nosotros lo ignoraremos, pero ellas se lo saben a la perfección, porque estamos hablando de hormigas que no son agricultoras, sino ganaderas. Nuestras “locas” no son las únicas ganaderas y los pulgones tampoco son el único ganado domesticado por las hormigas.

No sé si nuestras hormigas locas pertenecen a las ganaderas más sofisticadas que tienen un rebaño particular y lo cuidan o si son de las oportunistas, que ven un pulgón y aprovechan para ordeñarlo. Me inclino a que, sin ser las más perfeccionadas, las nuestras tienen un rebaño que cuidan en la medida de sus posibilidades; pero como encontré poquísima información sobre nuestras loquísimas hormigas, no me atrevo a asegurar nada que no haya visto con mis propios ojos.

Los pulgones sorben la savia de las plantas y segregan una sustancia dulce, azucarada, irresistible para las hormigas. Las hormigas les frotan el lomo y, agradecidos, los pulgones sueltan el néctar. Pero los pulgones tienen enemigos, como los “San Antonio” que si pueden se manducan unos cuantos. Ahí es donde las hormigas cumplen con su parte del trato, como el ganadero protege del lobo: atacan a cualquiera que las molesta. ¡No te metas con mis pulgones!

No lo comprobé yo, pero en las fuentes se asegura que puede verse a las hormigas transportando huevos de pulgones para ponerlos a salvo. Otras veces hacen de arrieros y llevan sus pulgones a lugares protegidos de la lluvia o de la humedad. Igualmente informan que no son el único ganado de las hormigas: también domestican moscas pequeñísimas, verdes o negras.


hormiga-pastora

Así que, como te digo, cuídate de creer que sos el bicho más inteligente aunque te tengas tanta confianza, porque si las hormigas y las abejas no escriben libros ni componen sinfonías, capaz que es porque no les interesa. Y no discutas con un bicho que lleva varias decenas de millones de años más que vos aprendiendo a sobrevivir. Si sos creyente, pensá que Dios quizás puso a las hormigas y las abejas para bajarte un poco el copete y tengas un poco más de humildad… sospecho que nos va a llevar algunos millones de años más asumir nuestra insignificancia. Por ahora andamos buscando inteligencia en el espacio exterior y no debajo de nuestros zapatos.

Guillermo Pérez Rossel