lunes, 12 de septiembre de 2016

El Congreso Mundial de la Naturaleza 2016

Morir por el planeta
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Líderes de todo el mundo se reunieron en Hawái para analizar las posibilidades que nos quedan de salvar a un enfermo casi terminal: nuestro planeta. El Congreso Mundial de la Naturaleza 2016, bajo el título “Planeta en la encrucijada” mostró, una vez más si fuera necesario, que es indispensable asumir medidas drásticas para evitar la destrucción de todos nuestros ecosistemas. Voces diversas trajeron a colación problemáticas diferentes pero con un común denominador: el planeta está tan interconectado que no existen problemas sueltos. No hay situaciones que no nos atañen, estemos donde estemos. Cualquier realidad, cualquier cambio, tienen repercusiones importantes para todos, pueden destruir o construir nuestro futuro.

Otro aspecto importante que emergió de los encuentros y debates es que necesitamos políticas económicas, culturales y tecnológica adecuadas, para reparar los daños que le hicimos y le seguimos haciendo a nuestro entorno natural. Es fundamental educar y promover una cultura de la conservación ya que hay todavía poca sensibilidad sobre el argumento.

En Hawái se reforzaron los principios sobre cambios climáticos que están a la base del Acuerdo de París y se habló de la importancia vital que, a tal fin, puede tener la comunidad conservacionista. También se habló de la necesidad de involucrar al sector privado en los esfuerzos que debemos enfrentar todos juntos.

Muchos de los que participaron en la Cumbre subrayaron la importancia que tienen las numerosas y diversas culturas y tradiciones de fe existentes en el mundo y consideraron esa sabiduría antigua fuente primordial de nuestros valores éticos y de una sana y respetuosa relación con la naturaleza.

Si bien nos parece extremadamente importante lograr reuniones como el Congreso Mundial de la Naturaleza y consideramos fundamental apoyar todos los compromisos que se asumieron en ese contexto, no podemos evitar de recordar que actualmente siguen muriendo, de muerte violenta, muchas personas, sobre todo indígenas, quienes, solos e indefensos, luchan contra gobiernos y grandes capitales que destruyen sistemáticamente su hábitat.

No podemos, no debemos olvidar a dos mujeres, dos luchadoras quienes fueron salvajemente asesinadas sin que los verdaderos asesinos hayan sido apresados. Berta Cáceres y Lesbia Yaneth Urquía Urquía, ambas de Honduras, han dado sus vidas para salvar no solamente su entorno sino el planeta de todos. Berta Zuñiga Cáceres, quien sigue la lucha de la madre, al igual que los parientes y amigos de Lesbia Janeth Urquía, no se cansan de afirmar que los verdaderos culpables siguen libres a pesar de algunas detenciones hechas más para aplacar la indignación nacional e internacional que por un real deseo de justicia.

Lesbia Yaneth Urquía Urquía, hondureña de 49 años, madre de tres niños, fue asesinada con un machetazo en la cabeza. Había salido a dar un paseo en bicicleta y nunca más regresó. Al día siguiente encontraron su cuerpo en Mata Mula, cerca de un basurero de Marcala, a 100 kilómetros de Tegucigalpa.

Cuatro meses y cuatro días antes había sido asesinada Berta Cáceres, en la ciudad de La Esperanza, a unos 300 kilómetros al oeste de la capital Tegucigalpa, por unos hombres armados que irrumpieron en su casa en mitad de la noche. El año anterior Cáceres había recibido el presigioso Premio Goldman del Medio Ambiente por su activismo y sus luchas. Cáceres era una gran defensora del habitat de la comunidad indígena Lenca seriamente amenazado por un proyecto hidroeléctrico de la multinacional DESA.

Cuando le entregaron el premio, Berta Cáceres habló de las amenazas que estaba recibiendo por su tenaz oposición a la represa de agua Zarca; amenazas que se cumplieron sin que los verdaderos culpables estén pagando por ese y muchos otros delitos.

Según Global Witness al menos 109 activistas del ambiente fueron asesinados en Honduras, país considerado el “más mortal del mundo” para los defensores de la naturaleza.

Como siempre en estos casos, tanto los asesinos como los cómplices importantes, esperan el momento en el cual empieza a diluirse la atención de los medios nacionales e internacionales y de la opinión pública, para seguir con sus negocios y su prepotencia. Las poblaciones quedan solas y presa fácil de nuevos hechos violentos. Hay que impedirlo.

Hay que impedir el olvido.