viernes, 17 de mayo de 2019

Una superficie como un campo de fútbol se erosiona cada cinco segundos
elpais.com


La agricultura intensiva, el monocultivo, el sobrepastoreo, la expansión urbana, la deforestación y la industria destruyen cada vez más el suelo, un recurso que tarda 1.000 años en crecer un centímetro


Alumnos de una escuela de Rumuso, en Tanzania, utilizan hojas secas para cubrir el suelo y evitar la erosión del terreno.

Está ahí, justo bajo los pies, pero subyacente en el sentido amplio de la palabra. Bajo los cimientos de las casas, los cines y las fábricas, sustentando las carreteras que llevan a las playas, nutriendo a los alimentos exquisitos, acunando los lagos y ríos.., pero la función de este recurso, no renovable, va más allá. "Los niños que han tenido la dicha de jugar con el suelo saben un poco lo que es, pero los de la ciudad no tanto. Y es nuestro aliado silencioso, la mayoría de la comida se produce ahí, y también es un almacén natural de carbono, asume más que la vegetación terrestre y la atmósfera juntas, y eso es importante contra el calentamiento global. 

Además de aguardar microorganismos que proporcionan biodiversidad", resume con brevedad Ronald Vargas, secretario de la Alianza Mundial por el Suelo, consciente de que este recurso natural no capta tanta atención como el agua en el mundo. Pero defiende su importancia durante el Simposio mundial de sobre la erosión del suelo, un evento celebrado esta semana en la sede de la Organización Internacional de la Alimentación y la Agricultura (FAO) en Roma que reúne a cerca de 500 científicos, gobernantes y sociedad civil para generar conocimiento, buenas prácticas y guías para gestionar políticas.

En las presentaciones se enumeran datos como que es un recurso que tarda cerca de 1.000 años en crecer un centímetro o que una superficie equivalente a un campo de fútbol se erosiona cada cinco segundos. "El planeta se encuentra en una situación que podría conducir a la degradación de más del 90% de todos los suelos de la tierra para 2050", ha señalado en la inauguración Maria Helena Semedo, directora adjunta de la FAO. 

Una degradación que puede venir tanto de la erosión como de la polución, la acidificación, la salinización o la pérdida de carbono orgánico y de diversidad, entre otros tipos de desgaste. Además de las lluvias torrenciales, el viento, los terremotos, las sequías, los tsunamis, los incendios y otras cuestiones también vinculadas con el cambio climático; el hombre, la acción del hombre, su dominio sobre la tierra, literal, incide en su destrucción a través de la agricultura intensiva, la labranza, el monocultivo, el sobrepastoreo, la expansión urbana, la deforestación y las actividades industriales y mineras, según informa la FAO. "Esto puede provocar pérdidas en el rendimiento de los cultivos de hasta el 50%", ha asegurado Semedo.

Este encuentro se celebra por tercer año consecutivo después de haber celebrado otros dos anteriores que han versado sobre el potencial agrícola y medioambiental del carbono en el suelo, o la contaminación, que se desprende al agua, el aire o la comida. "Este año nos centramos en la erosión, su reducción es de hecho la primera de las 10 directrices establecidas para su gestión sostenible. Los próximos años trataremos lo que supone para mejorar la biodiversidad y los nutrientes que proporciona. Tenemos que priorizar su cuidado porque bajo el suelo está el gran reservorio del agua dulce en el mundo. El 90% del 0,5% que es accesible sigue estando bajo nuestros pies", ilustra Eduardo Mansur, director de la división de Agua y Tierra de la FAO, que refiere también que la erosión, además de limitar la producción de alimentos, degrada los ecosistemas o afecta al suministro de agua, daña las infraestructuras urbanas y puede contribuir a la pobreza y las migraciones. "Sin oportunidades, los desplazamientos son obligatorios porque no sobrevives", apunta.

La búsqueda de consenso científico, los métodos de evaluación de este tipo de degradación del suelo o el diseño de recomendaciones para ser enviadas a los Gobiernos son algunos de los ámbitos que se trabajan en este encuentro. "El conocimiento está, la voluntad política, no siempre", ha declarado contundente en el encuentro el ministro de Agricultura de Uruguay, Enzo Benech. "Esto no se resuelve con marcos regulatorios que no se cumplen, el uso responsable del recurso se resuelve con conciencia de todas las sociedades. (...) 

Es un trabajo que debe ser remunerado adecuadamente y se tiene que valorar la actividad como esencial para la humanidad", ha pronunciado en el encuentro, en el que ha definido a su "pequeño" país como un "laboratorio" por sus planes de uso y manejo del suelo. "Uruguay tiene una política interesante. Igual que un arquitecto diseña una casa, en el país hay un agrónomo que estudia el territorio y determina en qué zonas se puede cultivar, cuál es para bosque, cuál se puede preservar... El Gobierno aprueba esos planes, cuenta con un sistema de monitoreo y los agricultores pueden ser multados si no se cumple", explica Vargas.

Para otros lugares del mundo, en los que la obtención de datos del terreno es más compleja, la estructura de explotación no está diseñada u otras cuestiones, Vargas recomienda cinco formas de proteger al suelo de la erosión que pueden ser válidas para casi todos los terrenos y climas: "De lo más importante es que siempre tenga una cubierta vegetal, aunque sean cultivos. Para que no quede expuesto al impacto de las gotas de lluvia o el viento. También se recomiendan obras biomecánicas en zonas de pendiente, para que el agua no se lleve los nutrientes del mantillo", señala el también experto de la FAO, que añade minimizar la labranza y utilizar maquinaria adecuada para que no compacte el suelo y se produzcan escorrentías; la rotación de cultivos; y la adición de materia orgánica al suelo como rastrojos o estiércol. 

Algunas son técnicas que pueden llegar a sonar ancestrales, y que en la agricultura tradicional también se usa y son valoradas por los participantes al encuentro. No obstante, Vargas alerta de que en muchos países, los agricultores apenas cuentan con asesoramiento y lo piden en las tiendas de agroquímicos. "Este es uno de los grandes problemas a los que nos enfrentamos", concluye.