jueves, 28 de septiembre de 2017

Los contadores de pájaros que buscan las claves del cambio climático
elpais.com

Más de 60.000 aves han cruzado el Pirineo aragonés hasta agosto en busca de un invierno cálido



“¡Son las primeras grullas del año!”, exclama Marta Medrano mientras señala un grupo de aves que cruzan los cielos del Pirineo aragonés. Las cuenta y lo apunta en su cuaderno de campo. Esta joven es técnica del proyecto Lindus-2 y su trabajo consiste en pasar 10 horas al día en las montañas del Somport y el Portalet contando aves migratorias. Con esta iniciativa se busca saber más sobre el comportamiento de los pájaros para predecir y mitigar los efectos del cambio climático.

Medrano ha atravesado a pie un sendero que pasa por Francia y por España para llegar a ese punto de observación. Se encuentra a 1.800 metros de altura en las montañas de Somport, que están cubiertas de pizarra roja y hojas secas y tapizadas con brecina y matorrales. La joven vigila el cielo constantemente: hace barridos con los prismáticos tomando como referencia las montañas y cuando un ave está demasiado lejos, usa un telescopio o un catalejo. Para identificar la especie, se fija en el tamaño, la cola, las alas y la forma de volar.

El delegado de SEO/BirdLife en Aragón, Luis Tirado, afirma que las modificaciones en las rutas de las aves o las fechas en las que migran son indicadores para evaluar cómo afecta el cambio climático a la naturaleza. En los últimos años especies norteafricanas como el ratonero moro han empezado a criar en España y pájaros que antes se iban a África en invierno como las golondrinas han empezado a quedarse. La sequía también afecta a las migraciones. Por ejemplo, Tirado afirma que en la Laguna Gallocanta (Aragón) o La Mancha Húmeda (Castilla-La Mancha) "no se ve ni un solo pájaro en los años secos".

Lindus-2 está dotado con 1.400.000 euros y financiado en un 65% por fondos europeos. La idea de esta parte del proyecto, que comenzó en 2016 y acabará en 2018, es probar cuál es el mejor punto del Pirineo aragonés para visionar la migración de las aves y construir un refugio que sirva para la observación científica y turística.

Como Medrano, otros tres técnicos de campo trabajan desde el 15 de julio hasta el 15 de noviembre observando pájaros. Con los datos que están recopilando, se pretende asesorar a las administraciones públicas sobre cómo mitigar el cambio climático. Tirado sostiene que todavía es pronto para sacar las primeras conclusiones sobre sus observaciones y considera que lo ideal es que los hábitats se encuentren en el mejor estado de conservación posible cuando los efectos de la subida de temperaturas se produzcan.

Por ejemplo, las temporadas de esquí son cada vez más cortas debido a la disminución de las nevadas. El turismo ornitológico, según Tirado, puede ser una alternativa. En algunos países como Austria hay varias pistas de esquí donde ya no cae nieve y han sido transformadas en lugares de ocio y ecoturismo de alto standing.

Especies más comunes.
Desde que el proyecto empezó esta temporada, el 15 de julio, los técnicos han contado más de 60.000 aves migratorias que van desde el norte de Europa al sur de España o a África en busca de alimento y cobijo durante los meses de invierno. Las más abundantes han sido los vencejos comunes, los milanos negros y las golondrinas. Medrano asegura haber contado 4.883 vencejos en un mismo día y el récord de su compañero Héctor Bintanel está en los 5.500 milanos negros. “Después de cuatro horas seguidas mirando por los prismáticos me escocían los ojos”, asegura.

Para medir las condiciones meteorológicas, los técnicos llevan consigo un hidrómetro, un anemómetro y un termómetro. “Ahora sopla una brisa de 12,6 kilómetros por hora, pero hay días de 60 en los que casi te tienes que agarrar a cualquier sitio para no salir volando”, afirma Bintanel. Para ellos, lo más difícil es soportar las temperaturas extremas. En los Pirineos las máximas llegan a los 32 grados y la sensación térmica de las mínimas es de menos 10. Medrano explica que en noviembre, cuando todo está cubierto de nieve y hace muy malo, dicen que "toca un día de mordor”. A pesar de que a veces pasan días duros, para los técnicos contar pájaros durante diez horas al día tiene su encanto. “No solo vemos aves, también hay jabalíes, ardillas, corzos… Para mí esto no es trabajo, es algo mucho mejor”, concluye Medrano.

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