lunes, 27 de mayo de 2019

La frenética deforestación en Brasil tendrá graves consecuencias en Argentina

Se esperan más sequías y un aumento de 1,45 grados centígrados para el año 2050 en la región a causa de la desaparición de las selvas tropicales. La práctica crece de manera alarmante
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La deforestación en la Amazonia brasileña avanza de manera alarmante con la eliminación de 19 hectáreas por hora, en promedio, según una medición realizada en la primera quincena de mayo de acuerdo con datos oficiales. Esta acción, que contamina los ecosistemas acuáticos y contribuye con el calentamiento global debido a que los árboles talados liberan carbono a la atmósfera, ya hizo desaparecer 6.880 hectáreas, una superficie equivalente a la de unos 7 mil estadios de fútbol, en las primeras dos semanas de mayo, según informó el Sistema de Detección de Desmatamiento en Tiempo Real a través de información satelital del Instituto de Pesquisas Espaciales.

Brasil es el hogar de más de la mitad de la biodiversidad del planeta, pero expertos advierten que santuarios ecológicos como la Amazonia y el Pantanal sufren la amenaza de grandes grupos económicos así como de mafias, con el marco de una retórica anti-ambientalista del presidente Jair Bolsonaro. Terratenientes que talan árboles centenarios para plantar soja, minería clandestina que contamina con mercurio ríos vitales para pobladores de zonas remotas, o traficantes de madera que diezman especies raras y valiosas: la amenaza a la biodiversidad puede adoptar diferentes caras en este país de dimensiones continentales.

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Considerada el "pulmón del planeta", la Amazonia reúne una cantidad impresionante de especies: 40.000 plantas, 3.000 peces de agua dulce, alrededor de 1.300 tipos de pájaros y 370 de reptiles. Sin embargo, la deforestación, que había sido reducida drásticamente entre 2004 y 2012, registró en enero de 2019 un aumento de 54% en relación al mismo mes de 2018, según el Instituto del Hombre y el Medio Ambiente de la Amazonía (Imazon). Aunque le siguieron dos bajas en febrero (-57%) y marzo (-77%), en el primer trimestre del año desaparecieron 268 km2 de selva amazónica. En los últimos 12 meses, la deforestación avanzó 24%. “Antes tomábamos nuestro alimento directamente de los árboles. Actualmente necesitamos plantar”, dijo el anciano indígena Mojtidi Arara, que debe caminar una hora selva adentro para recoger bananas.

Phillip Fearnside, biólogo de la Universidad de Oxford, dice que la deforestación en la Amazonia brasileña destruye un ciclo hidrológico ambiental importantísimo para todo el planeta, pero especialmente para el propio Brasil y Argentina. Así, la práctica podría traducirse en una fuerte disminución de lluvias, situación que afectará al sur de Paraguay, sur de Brasil, Uruguay y el litoral argentino. De hecho, las fuertes sequías que afrontó Brasil en la última década muestran que el ecosistema regional está cambiando por completo. En cuanto a nuestro país, la sequía de 2018 fue uno de los desastres naturales más nocivos del año: provocó pérdidas por 6.000 millones de dólares.
deforestacion brasil amazonia

Entre agosto y abril pasados fueron eliminadas ilegalmente 8.200 hectáreas amazónicas en Brasil, en zonas que están bajo protección del Estado, en las cuales la deforestación debería ser cero. Los últimos números indican las peores cifras en una década, según las denuncias sobre un agravamiento del desmonte realizadas por entidades ambientalistas como WWF, entre otras. Todos estos datos fueron negados por el Ministerio de Medio Ambiente, mientras Bolsonaro defiende la expansión de las áreas ocupadas por agricultores y la explotación minera en zonas de la Amazonia, incluso en reservas indígenas.

El desmonte afectará lentamente las temperaturas al alterar las propiedades de la reflexión de la luz solar y la evapotranspiración, y la Universidad Estatal de Río de Janeiro predice que la deforestación brasileña podría resultar en un aumento de 1,45 grados centígrados para el año 2050 en la región. Los investigadores señalaron que su estudio en Brasil “ilustra que las políticas actuales de uso de la tierra pueden afectar al clima local futuro”. “La forestación tiene el potencial de revertir los impactos de la deforestación en el clima local, especialmente en las regiones tropicales y templadas”, agregaron.

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Por otra parte, un estudio revelado en marzo pasado, realizado por WWF-Brasil e Imazon, indica que enormes cantidades de agua dulce superficial se pierden cada año en la Amazonia por la intervención humana, especialmente por la deforestación. Según esta investigación, la región pierde en promedio 350 kilómetros cuadrados de agua dulce superficial cada año a causa de estos factores. Esta tendencia es más prominente en la zona conocida como el "arco de deforestación" en el sur del Amazonas y las áreas más afectadas por esta pérdida en la superficie de agua dulce son las planicies de inundación y las lagunas que se forman a partir del flujo y reflujo del agua. 


Colapso ecológico
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La asociación internacional Tropical Forest Alliancehizo recientemente un llamado "urgente" para evitar el “colapso ecológico” terminar con la "guerra" contra los bosques, como llama a la deforestación, que en 2018 acabó con 12 millones de hectáreas, un área de selvas tropicales equivalente a la superficie de Nicaragua. "Tenemos que actuar ya y debemos hacerlo con mucha más urgencia que hasta ahora", dijo su director, Justin Adams.

"La vida es posible porque existimos en un clima muy estable, pero si seguimos esta guerra contra la naturaleza (...), entonces el futuro de nuestros hijos y nietos no será bueno", dijo la organización. El año pasado la deforestación destruyó 12 millones de hectáreas de selvas tropicales, según el Instituto de Recursos Mundiales (WRI) y la plataforma Global Forest Watch. De ese total, 3,64 millones eran selvas vírgenes, fundamentales para la biodiversidad y combatir el cambio climático. Según los datos presentados por WRI y Global Forest Watch en la reunión, 2018 fue el cuarto peor año en términos de deforestación de la selva tropical, por detrás del 2014, 2016 y 2017.

Los países más afectados son Brasil, Indonesia, Congo, Colombia y Bolivia. "Estamos destruyendo los bosques que hacen posible la vida" del humano y de otras miles de especies, aseguró Adams.