viernes, 23 de octubre de 2015

Pese al mayor uso de tecnología creció la erosión de los suelos argentinos
diariouno.com.ar


La mejora de la rentabilidad generada por la soja en campañas agrícolas anteriores trajo aparejada la disminución de otros cultivos como trigo y maíz que, con la rotación, evitaban que creciera la erosión de los suelos argentinos.

"La ausencia de éstos cereales en el campo argentino sumado a la falta de incentivos para sembrarlos ocasionó a la fecha un aumento en la erosión de los suelos. La cual no pudo detenerse pese al surgimiento de una tecnología más amigable con el recurso natural", sostuvo un informe.

Hace falta una serie de políticas que permitan devolverle a la tierra la sustentabilidad al menos en el mediano plazo, según publicó Diario BAE. Ocurre que el abandono de la rotación de cultivos genera consecuencias negativas en el incremento de la erosión de los suelos, el balance de la materia orgánica, la fertilidad y la eficiencia hídrica.

Un trabajo elaborado por el Centro para la Promoción de la Conservación del Suelo y Agua (Prosa) estimó que actualmente un 38% del territorio argentino está afectado por procesos de erosión hídrica y eólica lo cual representa unas 105 millones de hectáreas en total.

El reporte sostiene que al analizar los datos globales correspondiente al 2015, se observa un crecimiento de un 82 % respecto de la efectuada en 1990. Es que entre 1990 y el 2000, la siembra directa, que es la implantación del cultivo sin remoción del suelo que deja una cobertura permanente con residuos derivados de la cosecha, funcionó de manera correcta.

Vale decir que con adecuada rotación de cultivos (trigo/maíz y soja), reposición de nutrientes funcionó el sistema, pero en los últimos quince años esto se dejó de lado y dio paso al monocultivo de soja desde ya por la mejora en los precios. A esto se suma que en las regiones Patagónica y seca occidental, los procesos de desertificación se incrementan de forma tal que trae implicancias desde el punto de vista social, ambiental y productivo, razón por la cual requieren una atención especial.

La soja no permite una reposición natural con una secuencia que alterne gramíneas, algo que en cambio lo hacen los cereales y se suma que se fertiliza escasamente: apenas el 35% cuando debería ser del 70. Informaciones de las empresas privadas advierten que la compra de fertilizantes para la actual campaña 2015/2016 cayó un 20%, lo que hablaría de una alarmante baja en la reposición del 25 por ciento. En definitiva el suelo provee los nutrientes que se llevan las cosechas, pero eso tiene un límite que ni la tecnología podrá solucionar.

Técnicos del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) con sede en Paraná (Entre Ríos) crearon un software que mide y previene el impacto de la erosión hídrica en el suelo. La aplicación contempla el clima, el cultivo, el tipo de suelo, la longitud y grado de la pendiente de cada región para estimar la erosión.

Además de los cálculos orienta al productor en las estrategias de manejo, alternativas que mejor se adaptan y protegen el recurso, favorecen la infiltración del agua, previenen la erosión y conservan los nutrientes.

Fuente: NA