domingo, 3 de noviembre de 2013

Rutas argentinas: otro obstáculo para la competitividad

Además del tipo de cambio y la presión fiscal, la infraestructura vial deficiente dificulta el movimiento y la exportación de productos con altos costos, riesgos y cuellos de botella en los caminos
Por  y   | LA NACION





En los últimos tres años se sumó a la red vial argentina un promedio anual de 850.000 autos, que puestos en fila representan una distancia equivalente a la que hay entre Salta y Río Gallegos. En contraste, sólo se construyen por año 29 kilómetros de autopista, un formato vital para transportar la producción en óptimas condiciones hacia los puertos o mercados de exportación. Los datos reflejan el déficit en infraestructura vial que afecta a la Argentina, algo que la coloca en el puesto 103 entre 140 países incluidos en el ranking de calidad de rutas que forma parte del estudio sobre competitividad del Foro Económico Mundial. Entre los muchos por delante, hay países africanos como Namibia, Mali y Senegal. O, sin ir tan lejos, Chile, Ecuador y Perú.
Eso no es todo. Un país agroexportador, que transporta por camión 85% de los 100 millones de toneladas que coloca en el exterior, no cuenta con una aceitada red de arterias hacia sus principales puertos, que se convierten en verdaderos embudos imposibles de transitar. El de Rosario, por donde sale 78% de la soja y el girasol (y sus derivados), todavía sufre la falta de una circunvalación con formato de autopista, sin contar que las rutas 33, 34 y 9, que convergen allí y que se saturan de automóviles y vehículos de carga, tampoco son autovías en la actualidad.
El problema también es claro desde una mirada más amplia. La red troncal de rutas nacionales tiene una extensión de 15.000 kilómetros, de los que sólo 1500 son autopistas y autovías. "Existe un gran atraso en nuestra infraestructura vial. Es imprescindible transformar toda esa red de carreteras construyendo 13.500 kilómetros de autopistas inteligentes. Pero, al ritmo actual de 29 kilómetros anuales, esa integración requeriría 448 años", dice Osvaldo Ottaviano, director ejecutivo de la Fundación Metas Siglo XXI, dedicada a la planificación vial.
El tema no es menor, si se tiene en cuenta que la eficiencia de la infraestructura del transporte es uno de los aspectos que incide en la competitividad de una economía. En tiempos en que el país es menos competitivo debido al atraso cambiario y los altos costos internos, la mejora en los bienes de capital, entre los que se cuenta la infraestructura, abarataría el gasto de las empresas en fletes y les permitiría mejorar su ecuación de negocio.
Para Ernesto Ambrosetti, economista de la Sociedad Rural Argentina (SRA), la infraestructura de transporte es el tercer factor del cual depende la competitividad, luego del tipo de cambio y la presión fiscal. "Las economías regionales no pueden llegar con sus productos al mundo e incluso a rincones de la Argentina -indica-. Están en una situación agravada por la falta de inversión en infraestructura."
Esta deficiencia resulta extraña tras una década en el que el gasto público creció 20 puntos porcentuales y se ubicó en 49,4% del PBI. Lo que ocurre, según comenta Ariel Coremberg, profesor de Crecimiento Económico en la Universidad de Buenos Aires (UBA), es que gran parte de la obra pública del kirchnerismo se fue en viviendas, pavimentación de ciertas zonas del conurbano y algunas obras de cloacas. "En lo vial, algo se hizo, pero no fue suficiente", acota el economista, coordinador del Proyecto Arklems UBA para la Medición de las Fuentes del Crecimiento, Productividad y Competitividad.
Más insólito aún es el hecho de que los argentinos ya pagan hoy un impuesto al combustible que, de destinarse realmente al fin para el que fue creado, serviría para construir 2000 kilómetros de autopista por año. Así fue como Estados Unidos levantó su fabulosa red de autopistas, con el cobro de un centavo de dólar por cada litro de combustible. Claro que allá sí se le dio el destino anunciado, mientras que aquí, como explica Ottaviano, todo lo recaudado en ese concepto cae en la nebulosa de rentas generales y se asigna a otros ítems.
¿Cuánto cuesta una buena red vial? Según la estimación de la Fundación Metas Siglo XXI, la construcción de un kilómetro de autopista inteligente, con toda la señalización de alta tecnología y con una vida útil de 60 años, sale en promedio US$ 2 millones.
Claro que reclamar la concreción de autopistas y autovías, que aumentarían la seguridad de los automovilistas y agilizarían el tránsito de los 360.000 camiones que ruedan en el país, parece aun más pretencioso si se considera que todavía 500.000 kilómetros de la red vial local son de tierra. Según la Cámara Argentina de la Construcción (CAC), un quinto de esos caminos comunican zonas productivas, que necesitan sacar sus productos agroganaderos perecederos. "Aunque en este tipo de camino sólo rueda el 6,5% de los vehículos/kilómetros del país, no resta importancia al impacto negativo sobre el pequeño productor lechero u hortícola", destaca un estudio de la entidad.
Estos datos contrastan con los de un comunicado del Ministerio de Planificación, difundido en enero de este año, en el que se afirmaba que desde 2003 el Gobierno hizo una fuerte inversión en obras de infraestructura que permitió construir 1300 kilómetros, pavimentar otros 4100 de rutas y cubrir con obras la totalidad de la red vial nacional pavimentada.
La mayoría del gasto en obras viales está a cargo de la Dirección Nacional de Vialidad (DNV). El organismo gastó $ 14.243,98 millones en 2012. Existen también programas que lleva adelante el Ministerio de Planificación. La cartera desarrolla obras viales en zonas particulares (por ejemplo, en el Norte Grande), provincias y municipios, junto con las direcciones de vialidad provinciales. Esas obras se caracterizan por tener fines específicos, como pavimentar caminos productivos o pavimentar para ampliar ejidos urbanos, muchas veces acompañados con obras de saneamiento y tendido de redes.
Pablo Bereciartúa, decano del Instituto Tecnológico de Buenos Aires (ITBA), destaca que la inversión en infraestructura vial está en la Argentina, al igual que en otros países de América latina, por debajo de 2% del PBI. Esa cifra está lejos de la que se desembolsa en las naciones desarrolladas, en las que alcanza hasta 8% del PBI, y en promedio representa 50% de la inversión pública total.
Las obras viales se inscriben dentro de una larga lista de promesas incumplidas. Ottaviano opina que este gobierno ha impulsado la construcción de varias autopistas, pero todas se abandonaron. En la última década, detalla, se contrataron 857 kilómetros en las rutas 3, 5, 7, 8, 36, circunvalar de Rosario y autopista parque Presidente Perón. "Ninguna se hizo", subraya el especialista.
Ejemplo de esta desidia es la ruta nacional 33, que une parte de la pampa productiva con los puertos de Rosario y Bahía Blanca. En una visita a la santafecina ciudad de Venado Tuerto, en 2007, el entonces presidente Néstor Kirchner prometió la construcción de una autovía por ese trazo. Seis años después, no se hizo un solo avance en una de las conocidas como "la ruta de la muerte", por la cantidad de accidentes fatales.