martes, 28 de diciembre de 2021

Cambio climático: Estados Unidos endurece normas de emisiones para automóviles

lanacion.com.ar

El Gobierno estadounidense anunció este lunes que los automóviles que se venderán en el país a partir de 2023 tendrán que consumir mucho menos combustible que los que se comercializan actualmente, en la última apuesta del presidente Joe Biden para combatir el cambio climático.

”Hemos seguido a la ciencia, hemos escuchado a las partes interesadas y establecemos normas sólidas y rigurosas que reducirán enérgicamente la contaminación que daña a las personas y a nuestro planeta, y al mismo tiempo ahorrarán dinero a las familias”, informó la Agencia de Protección Ambiental (EPA).

Las nuevas medidas aprobadas por el gobierno de Biden revierten las menos estrictas respaldadas por su predecesor, el republicano Donald Trump.

El anuncio se ha hecho público justo cuando el enorme plan de gasto social Build Back Better (Reconstruir Mejor) de Biden puede haber recibido un golpe mortal después de que un senador demócrata clave dijera que no apoyaría el proyecto, de un coste de 1,75 billones de dólares y en el que se incluye la financiación de nuevas iniciativas para luchar contra el cambio climático.

Según las nuevas reglas de la EPA, los coches (incluidos SUV y camionetas) deberán ser capaces de recorrer 55 millas o 88,5 kilómetros a una velocidad continua con un galón de combustible (casi 4 litros) para 2026, o sea 40 millas o 64,4 kilómetros en condiciones reales de circulación.

Para conseguirlo, el gobierno cuenta con la capacidad de los fabricantes de automóviles para mejorar el desempeño técnico de los motores, pero también con el aumento de las ventas de vehículos eléctricos.

”Para mediados de 2026, la EPA predice que se pueden cumplir las normas finales, con alrededor de un 17% de vehículos eléctricos vendidos y una adopción más amplia de la tecnología avanzada de motores de gasolina disponible en la actualidad”, dijo.

La agencia estima que “los conductores estadounidenses ahorrarán entre 210.000 y 420.000 millones de dólares para 2050 en costos de carburante”.

La reglamentación actual en emisiones, aprobada en marzo de 2020 por la administración de Trump, pide a los fabricantes que mejoren el rendimiento energético de sus modelos en un 1,5% anual entre 2021 y 2026, en comparación con el 5% exigido por el gobierno de su predecesor, el demócrata Barack Obama.

domingo, 12 de diciembre de 2021

¿Cómo será 2060? El mapa con nuestros posibles futuros climáticos
elpais.com

En los peores escenarios, los días de 40 grados se multiplicarán por ocho en el Mediterráneo. Explore las predicciones de los científicos del IPCC sobre el calentamiento global región por región


Escenario pesimista. Si seguimos como hasta ahora, con el mismo ritmo de emisiones de gases efecto invernadero, las predicciones dicen que para 2060 habremos elevado la temperatura unos 4 grados.

La cumbre del clima afronta su segunda y última semana de negociaciones. Los representantes de los casi 200 países reunidos en Glasgow discuten sobre en qué mundo tendrá que vivir el ser humano en las próximas décadas. El objetivo es romper con la trayectoria creciente de emisiones de gases de efecto invernadero, para que el calentamiento no se encamine hacia los 4 grados y se pueda mantener dentro del margen de seguridad fijado por los científicos, entre los 2 y los 1,5 grados. ¿El problema? Eso exige que las naciones reduzcan de forma drástica y urgente su consumo de combustibles fósiles, el alimento fundamental del crecimiento económico.

Las negociaciones de Glasgow se están desarrollando en un contexto de alerta científica. El último gran informe del IPCC —el grupo de científicos que radiografía el calentamiento bajo el paraguas de la ONU— advertía de que los fenómenos climáticos extremos son cada vez más intensos y frecuentes. Pero recordaba que el calentamiento todavía se puede contener. Para ese informe del IPCC se elaboró un atlas con las consecuencias del calentamiento en diferentes escenarios de emisiones. Es decir, un mapa de los “futuros mundos posibles”, como explica José Manuel Gutiérrez, director del Instituto de Física de Cantabria y coordinador de ese proyecto en el que participan el CSIC y la empresa tecnológica Predictia.

Partiendo de los datos de ese trabajo, EL PAÍS ha elaborado un mapa que permite explorar las predicciones de los científicos de temperatura, sequía y lluvia, en cada región del planeta, y en los tres escenarios: pesimista, intermedio y optimista. Aquí puede navegar por los posibles futuros posibles.


El futuro si las cosas siguen igual

En un escenario pesimista, con emisiones que no se frenan y continúan con el ritmo creciente actual, lo que auguran las predicciones de los modelos del IPCC es un calentamiento acelerado que llevaría a un incremento medio de la temperatura mundial de 4 grados. Es útil imaginar una niña y a su abuelo, los dos de España o Italia.

A lo largo de su vida, el abuelo ha visto subir la temperatura en uno o dos grados desde 1950. En cambio, en el escenario pesimista de emisiones, su nieta vería una subida de 4 grados desde 2010 a 2080. El abuelo ha visto como el calor extremo pasaba de 4 a 10 días anuales; la nieta los verá llegar a 33. Los periodos de sequía no han cambiado mucho durante la vida del anciano, pero su nieta podría verlas pasar de 80 a 96 días de media.

El futuro si actuamos


El escenario optimista consiste en aplicar planes drásticos y rápidos de reducción de emisiones de efecto invernadero, hasta su práctica eliminación a partir de la segunda mitad de siglo. Ese es el objetivo del Acuerdo de París, que busca que el calentamiento global se quede entre los 1,5 y los 2 grados respecto a los niveles preindustriales (ahora ya estamos en 1,1 grados).

Porque, tras dos siglos de emisiones crecientes de unos gases que permanecerán durante muchas décadas en la atmósfera, a lo que puede aspirar la humanidad en estos momentos es a limitar el aumento de la temperatura, pero no a revertirlo.

La lucha contra el cambio climático es cuestión de justicia territorial y generacional. Territorial porque a los que más daño les hará el calentamiento es a los que menos responsabilidad tienen: los países más pobres y que menos han emitido. Y generacional porque las peores consecuencias de ignorar sistemáticamente las alertas científicas sobre los gases de efecto invernadero las afrontarán las generaciones futuras.

Aunque el cambio climático es imparable, todavía es posible decidir las dimensiones de nuestra herencia. Por ejemplo, en un mundo con un calentamiento moderado —de dos grados de aumento medio global—, los días de calor extremo que sufriría en 2070 esa nieta de la que hablábamos pasarían de los 33 del escenario pesimista a 14.

Lo mismo ocurriría con las sequías: esa niña padecería algunas de 80 días en el escenario optimista, una cifra como la actual, frente a los 96 del mundo alternativo en el que la humanidad prefirió seguir ignorando las alertas y quemando combustibles fósiles.

¿Y hacia dónde nos encaminamos ahora?

Si se atiende a los planes a corto y medio plazo de los países, el ritmo que llevarán las emisiones durante esta década conducirá a un calentamiento de unos 2,7 grados, según la última evaluación realizada por Naciones Unidas. Es decir, se necesita que los países endurezcan más sus planes de recorte de emisiones. Sin embargo, si se tienen en cuenta las metas a largo plazo que se están fijando las naciones —para mediados de siglo— y a las promesas hechas en la cumbre en la primera semana, la Agencia Internacional de la Energía sostiene que se podría estar en la senda de los 1,8 grados.

El problema es que esas promesas y metas de futuro no casan en muchos casos con los planes concretos de recorte de emisiones de aquí a 2030. Anne Olhoff, la economista que coordina desde hace más de una década los informes de análisis de los programas nacionales de recorte de gases de efecto invernadero para la ONU, lo resumía esta semana así a EL PAÍS: “Lo que realmente importa es que las promesas estén respaldadas con medidas a corto y medio plazo que proporcionen confianza en que se pueden lograr”.

Metodología

Fuentes. Los datos provienen del Atlas del IPCC, un proyecto en el que participan el CSIC y la empresa tecnológica Predictia. Para su tratamiento nos han ayudado Maialen Iturbide y José Manuel Gutiérrez, del Instituto de Física de Cantabria.

Escenarios 

Hemos considerado tres escenarios de emisión de gases de efecto invernadero. El SSP1-26 es un escenario ambicioso, que permitiría limitar el nivel de calentamiento global por debajo de 2 grados (como recogía el Acuerdo de París). El SSP2-45 es un escenario intermedio, y el SSP5-85, es el peor, con el mayor nivel de emisiones, que elevaría la temperatura del planeta en 4 o 5 grados. Se puede leer sobre los escenarios en los documentos del IPCC.

Variables climáticas

Hemos usado cuatro métricas: la temperatura media, el número de días al año con temperaturas que superan los 40 grados, la precipitación media anual en mm/día, y los días consecutivos de sequía (menos de 1 mm).

Incertidumbre

Hemos resumido cada métrica con una predicción puntual: la mediana de predicciones de la batería de decenas de modelos que usa el Atlas del IPCC.


¿Podría volver a ser verde el Sáhara?Hace miles de años, las dunas arenosas del Sáhara estaban repletas de vegetación
muyinteresante.es




En algún momento de la historia (entre 11 000 y 5 000 años después de la última Edad de Hielo) la vegetación creció sobre el desierto del Sáhara. Las dunas arenosas estaban repletas de plantas, y las precipitaciones favorecieron que las cuevas más populares del Sáhara se convirtieran en lagos. De hecho, sus 9 millones de kilómetros cuadrados se volvieron verdes y algunas especies, como los hipopótamos, los elefantes o los antílopes se alimentaban de los pastos y arbustos que crecían en el desierto.

Aunque esto ocurrió hace miles de años, lo cierto es que el Sáhara podría volver a teñirse de verde. Según Kathleen Johnson, profesora de sistemas terrestres en la Universidad de California, el Periodo Húmedo Africano (también conocido como el Sáhara Verde) se produjo por la rotación de la Tierra alrededor de su eje, pues la Tierra, cada 23 000 años, sufre un bamboleo en su órbita y en su eje.

Este bamboleo de la Tierra provoca que el viento y la lluvia se desplacen a otras latitudes. En este caso, los monzones (vientos estacionales que producen el desplazamiento de grandes cantidades de agua) descargarían más al norte de África, sobre el Sáhara, en lugar de caer sobre el África subsahariana. Sin embargo, debido al cambio climático y los gases de efecto invernadero, los científicos no saben cuándo el Sáhara, (actualmente el desierto cálido más grande del mundo), se transformará en un bosque fluvial.


Inclinación de la Tierra

Hace unos 8 000 años, la inclinación de la Tierra cambió de unos 24,1 grados hasta los 23,5 actuales. Esta variación provocó una enorme diferencia, pues ahora el hemisferio norte se inclina más lejos del sol durante los meses de invierno. No obstante, durante el Sáhara Verde el hemisferio norte estaba más cerca del sol en verano.

Esto provocó un aumento de la radiación solar (es decir, calor) en el hemisferio norte de la Tierra y, en consecuencia, aumentó el monzón africano. El aumento de humedad transformó el Sáhara, anteriormente arenoso, en un terreno cubierto de hierba y arbustos.

Sin embargo, la órbita de la Tierra volvió a reacomodarse, por lo que este clima no duró más de dos siglos. Y, aunque el cambio en la radiación solar fue gradual, el paisaje cambió de forma repentina. Actualmente los científicos esperan que el Sáhara Verde vuelva a reaparecer dentro de unos 10 000 años, aunque no pueden predecir cómo afectarán los gases de efecto invernadero a este ciclo climático natural.