domingo, 15 de septiembre de 2013

Fin de la adolescencia eterna: La primera gran crisis de vida ahora llega a los 30 años

POR MARIANA ISRAEL | clarin.com

Según los expertos, es por la presión social que atraviesa a esta generación para conseguir todo ya: éxito laboral, una casa, armar familia. Como el contexto económico lo impide, viene la frustración.

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15/09/13
Tienen 30 años, nacieron con la democracia y salieron a las universidades o al mundo del trabajo en pleno colapso del 2000. Son menos utópicos que sus padres pero más emocionales en sus decisiones. Sin embargo, para los especialistas viven en una época caracterizada por la urgencia. Por eso, la pregunta que los atraviesa, y en ciertos casos los martiriza, es “¿Hacia dónde voy?”.
Saber el rumbo, esa es la cuestión. Pero el contexto económico es un obstáculo para lograr objetivos. Emanciparse, armar una familia, alquilar o comprar un departamento para tener una vida independiente les resulta complicado. Y eso trae aparejado angustia y frustración. Claro que también es una época de posibilidades abiertas. Según el último censo, son 5.777.148 argentinos en el momento más activo de su vida frente al dilema del camino elegido o por elegir. Las mujeres son más que los varones y en el caso de ellas, hay una presión extra, el mandato social que dice que en algún momento deben ser madres.
Pasar de los desligados 20 años a los 30 es un factor de crisis para la mayoría de los adultos jóvenes. Los especialistas señalan que se adelantó la llamada “crisis de la mitad de la vida”, que para el psicólogo Miguel Espeche representa “la despedida definitiva de la juventud total”.
“A los 30, la conversación que solemos tener a los 20 de que tenemos tiempo para todo, sufre un punto de inflexión”, agrega Alejandro Marchesan, licenciado en ciencias sociales y humanidades, y vicepresidente de la Asociación Argentina de Profesionales del Coaching. Un 14% de la población del país está transitando esta etapa de deadlines o, como define Marchesan, del primer “alto” en la vida, cuando uno se anima a hacer un planteo y todavía tiene tiempo para tomar el timón y cambiar la dirección del barco.
El fin de la adolescencia eterna golpea fuerte. “Esta generación es la que se enfrenta a una ‘moratoria social’ extendida. Hasta principios de los 90, el momento en que se insertaban en el mercado laboral y formaban una familia estuvo adelantado. Pero hoy ese momento se da finalmente a los 30”, señala la doctora Ana Lía Kornblit, antropóloga, médica e investigadora del CONICET. El desfasaje trae ciertos males conocidos, especialmente en las mujeres, que comienzan a sentir la cercanía del límite biológico para tener hijos.
Por eso, mujeres y varones viven la crisis en distintos planos. Cristina Benchetrit, psicóloga especializada en terapia familiar y de pareja, indica que en ellas suele ser más fuerte el tema de la maternidad y encontrar una pareja estable. En ellos, pesa lo profesional. “En los varones está aceptada y naturalizada una postergación de la paternidad. En cambio, en las mujeres esta prolongación puede conducir eventualmente a momentos críticos debido a la incertidumbre”, profundiza la médica y psicoanalista Leticia Glocer Fiorini, presidente de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA).
El contexto que envuelve a este grupo de adultos jóvenes en el intersticio de las generaciones X e Y incide en la crisis. “La idealización de la juventud perturba, ya que muchos sienten que queda atrás. También la tendencia cultural a ver lo que falta y no lo que se tiene”, opina Espeche.
El vértigo tampoco ayuda. “Vivimos en épocas caracterizadas por quemar etapas y la urgencia. Hay una presión social de lograr todo ya”, destaca el doctor Ricardo Rubinstein, psicoanalista de APA. Aparte, presionan las expectativas del entorno familiar y social. Tal como describe Rubinstein, comienza a “marcarse la diferencia” entre quienes han ido generando proyectos familiares o laborales, “y los que se ‘quedaron’”.
Con todo, la crisis de los 30 no se compara con la de los 40, que se funda en el interrogante “¿Dónde se ha ido el tiempo?”. “La crisis de los 30 no está acompaña de las frustraciones que trae la de los 40, donde predomina el desencanto de ver que muchas cosas que no se lograron, no se lograrán”, declara Marchesan. A los 30, según Fiorini, “el tiempo tiene carácter prospectivo, el futuro está abierto”.
Espeche concluye que ninguna edad debería considerarse en sí misma una crisis. “No podemos vivir viendo conflictivo todo proceso humano. La edad no es un problema, sino una circunstancia que trataremos de vivir con la mayor plenitud, aprovechando lo que nos da, sin lamentar lo que nos quita”, resume.
El consejo para navegar la etapa es estar acompañado y ser positivo. “Las crisis son fuente de energía y cambio. Toda situación tiene por lo menos dos caras, es bueno aprender a ver la que nos sirve para avanzar”, culmina Benchetrit

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