La Razón
El agua dulce es esencial para la vida. A su vez, los bosques son esenciales para la producción de agua dulce. De hecho, un gran porcentaje de este vital elemento proviene de zonas boscosas, y millones de personas dependen del agua dulce de buena calidad que fluyen de estos espacios naturales. Por ejemplo, las áreas protegidas como el Parque Nacional Amboró son las que nos proporcionan ese vital elemento a la ciudad de Santa Cruz y a otros centros urbanos del oriente. Además, otras áreas protegidas de carácter municipal (como el Curichi la Madre) y los parques urbanos distribuidos por toda la ciudad también contribuyen en la provisión de agua y la regulación del clima.
En resumidas cuentas, los bosques desempeñan funciones fundamentales dentro de nuestro ecosistema, como la amortiguación, filtración y limpieza del agua, entre otras. Por caso, los doseles de los bosques interceptan una gran parte de la lluvia que cae sobre ellos. De no ser así, las precipitaciones caerían directamente sobre el suelo, erosionándolo gradualmente. El bosque evita que suceda esta erosión. Posteriormente, el agua se filtra en las capas subterráneas del suelo, donde son retenidas. De esta manera se crean los bolsones de agua, las cuales mantienen el nivel de los ríos en épocas de sequía. El resto del agua que no es infiltrada, transporta nutrientes disueltos y los distribuye por todo el suelo. De esta manera los bosques actúan como “esponjas”, capaces de recoger y almacenar grandes cantidades del agua de lluvia.
Asimismo, el agua circula a través del árbol, lo que contribuye en la fotosíntesis; luego se evapora desde las hojas. En este ciclo, los árboles también son una “fuentes de agua” viviente, que redistribuye este vital elemento: la humedad, que se quedaría atrapada en forma subterránea si no fuera por los árboles, es liberada a través de sus hojas hacia el aire, donde luego se condensa formando nubes y cae de nuevo en forma de lluvia.
Sin árboles que distribuyan el agua, el clima en muchas regiones sería mucho más seco. Esta reserva subterránea y constante de agua es liberada lenta y gradualmente por los árboles según la necesidad de nuestro ecosistema, ayudando a evitar las inundaciones y sequías estacionales. Por ello, resulta fundamental que protejamos nuestros bosques, evitando que gente inescrupulosa tale y degrade los árboles en las reservas forestales principalmente. La calidad de vida y el futuro de las ciudades pasa por cuidar nuestras áreas protegidas nacionales, departamentales y municipales; espacios naturales que cumplen funciones muy importantes para la vida en el planeta.
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