lunes, 13 de abril de 2020

Cambio climático: ¿futura pandemia global?
ecoticias.com

Paradoja de Jevons o efecto rebote: El aumento de la eficiencia con la que se usa un recurso no disminuye su consumo, sino que lo aumenta.

Cambio climático: ¿futura pandemia global?

En el mundo de la información, esta paradoja deriva en que, a medida que disponemos de medios más eficientes para transmitir información, como el correo electrónico o Twitter, no pasamos menos tiempo transmitiendo información, sino al contrario.

Otro ejemplo de esta paradoja lo encontramos en el sector energético: a medida que somos más eficientes, el número de personas abastecidas energéticamente aumenta, pero esto puede resultar en un incremento del consumo total de energía.

En resumidas cuentas, aunque parezca que ciertas acciones nos acercan a un objetivo en concreto, en realidad nos están alejando de este. Esta paradoja nos ayuda a comprender la relación entre la crisis del coronavirus y la crisis climática.

Durante los últimos días, múltiples medios de comunicación han destacado los efectos positivos sobre la naturaleza del actual confinamiento, como la reducción de emisiones de contaminantes o la presencia de animales en nuestras calles. Sin embargo, los expertos advierten de que no se trata más que de un espejismo.

La creciente pureza del aire no significa que se le esté poniendo freno al calentamiento global, ya que mientras que la polución del aire tiene una vida muy corta (en cuanto la gente deja de conducir, las emisiones bajan), los gases de efecto invernadero tienen una vida más larga. De hecho, en la atmósfera hay acumuladas grandes cantidades de dióxido de carbono desde la Revolución Industrial de mediados del siglo XVIII.

Las crisis, por tanto, no son sinónimo de sostenibilidad medioambiental. Un ejemplo claro es la Gran Recesión de 2008: por aquel entonces, se apreció una reducción mundial del 1% en las emisiones de dióxido de carbono. Estas, sin embargo, se recuperaron al año siguiente y su crecimiento durante los dos próximos años fue excepcionalmente alto.

¿Se podría utilizar la pandemia actual como palanca de cambio para transformar nuestra sociedad en un sistema medioambientalmente sostenible? La incertidumbre es máxima y hay opiniones para todos los gustos; sin embargo, no debemos olvidar que la base de nuestra sociedad seguirá siendo la misma: total y absoluta dependencia en el crecimiento económico y una falta de conciencia medioambiental alarmante.




De hecho, la necesaria reactivación económica a través de paquetes de estímulo y distintas medidas durante los próximos meses podrían causar la denominada polución vengativa: inversiones en carbón, petróleo y las mismas industrias pesadas que en las pasadas décadas dieron tanto éxito económico a costa del medio ambiente.

Además, la gran caída del precio del petróleo en los últimos meses – hasta niveles que no se veían desde 1991 en plena Guerra del Golfo – hacen del crudo un elemento muy atractivo para impulsar la economía post-coronavirus. El problema, claro está, son los archiconocidos efectos negativos que este tiene en el clima y medio ambiente – y, por ende, en nuestra economía.

En este momento, surge la siguiente pregunta: ¿por qué algunas crisis, como la del coronavirus, se abordan de manera instantánea, eficaz y conjunta, mientras que otras, como la crisis climática, cuestan más asimilarlas y tomar medidas al respecto? Una posible respuesta se basa en que la sociedad percibe la crisis del coronavirus como un problema muy cercano y de urgencia extrema – su impacto se puede ver y palpar –, donde los cambios de comportamiento que están teniendo las personas tienen efectos positivos inmediatos, y los sacrificios asociados al confinamiento serán simplemente temporales.

Además, la colaboración internacional, aunque muy importante, no es condición sine qua non para tomar medidas a nivel nacional.

Con la crisis climática, en cambio, ocurre lo contrario: todo parece muy complejo y lejano, los cambios de comportamiento personales puede que no tengan un efecto positivo inmediato – ya que los resultados positivos se verán a medio y largo plazo –, los sacrificios de las personas no serían temporales, y se requerirá de transformaciones importantes en nuestro estilo de vida.

Por último, la colaboración internacional – junto con la complejidad y dificultad que ello conlleva – se hace indispensable para abordar el reto climático.

La crisis del coronavirus es la prioridad global número uno y el compromiso adquirido por la sociedad está siendo encomiable. Al mismo tiempo, el cambio climático, según el último informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático, pone en riesgo la vida de centenas de miles de personas cada año.

Precisamente ahora, los gobiernos están recibiendo críticas por no haber actuado a tiempo ante la pandemia del coronavirus. ¿No sería conveniente evitar tropezar con la misma piedra y anticiparnos a las consecuencias de una nueva crisis? Por ello, nuestro reto debe ser trasladar al desafío del cambio climático un sentido de urgencia parecido al de la pandemia actual. Y, todo esto, mientras nos recuperamos económica, social y psicológicamente de una crisis sin precedentes.

Que no es poco.

Autor: http://julengonzalezredin.com/

Julen González Redín Doctor en Desarrollo Sostenible y Medio Ambiente



viernes, 10 de abril de 2020

Los bosques maduros ya no pueden absorber más carbono de la atmósfera
ecoticias.com

A pesar de que aumente el dióxido de carbono en la atmósfera, los bosques maduros, limitados en nutrientes, no lo absorberán, según un nuevo estudio. Los árboles adultos no solo no acumularán más carbono, sino que lo devolverán a la atmósfera.

Los bosques maduros ya no pueden absorber más carbono de la atmósfera

Una mayor cantidad de CO2 en la atmósfera no implica invariablemente una mayor captación de carbono por parte de los árboles, compensando así parte del aumento de dióxido de carbono que producimos en la Tierra, contrariamente a lo que se pensaba hasta ahora. Así lo demuestra un estudio publicado en la revista Nature, que revela dónde irá realmente ese CO 2 de más que van a recibir nuestros bosques maduros.

El equipo internacional, liderado por el Instituto para el Medioambiente de la Universidad Western Sydney en Hawkesbury (Australia) y que ha contado con participación española, realizó un experimento en un bosque nativo de eucaliptos en Australia, aumentando de manera artificial la cantidad de CO2 que suele recibir.

Se incrementó en concreto la concentración en 150 partes por millón, lo que corresponde a un aumento del 38 % por encima de las 400 partes por millón de la atmósfera actual. Tras este aumento del CO 2 los científicos monitorizaron el destino de ese carbono dentro del bosque de eucaliptos.

Los resultados mostraron que las plantaciones forestales en crecimiento y con fertilización secuestran más dióxido de carbono para obtener un crecimiento más rápido de los árboles jóvenes. Sin embargo, los efectos no son tan positivos cuando el experimento se lleva a cabo en bosques maduros.

En árboles adultos, este aumento experimental del CO 2 no se vio reflejado en un mayor crecimiento ni en una mayor acumulación en los árboles o en el suelo, en forma de materia orgánica, por ejemplo. Lo que sí aumentó fue la “respiración” del propio suelo, lo que resultó en una mayor liberación del carbono captado o acumulado previamente.

“Un aumento del CO2 atmosférico no tiene por qué resultar en una mayor acumulación de carbono en las plantas o en el suelo. Incluso, podría pasar que al acelerarse la actividad de las comunidades del suelo debido a un mayor aporte de azúcares por parte de las plantas se liberara parte del carbono acumulado en el ecosistema”, explica Raúl Ochoa-Hueso, investigador Ramón y Cajal de la Universidad de Cádiz y uno de los autores de esta investigación.

Junto a él, han participado Teresa E. Gimeno del Centro Vasco de Cambio Climático y del Ikerbasque y Juan Piñeiro de la Universidad de West Virginia.


Cómo respira el suelo

La respiración del suelo es la suma de lo que respiran todos los animales, plantas, hongos y bacterias, entre otros. Muchos de estos organismos viven directa o indirectamente de la descomposición de la materia orgánica del suelo así como de los aportes de azúcares que liberan las raíces de las plantas.

La función de estos azúcares es favorecer el crecimiento y la actividad de microorganismos que contribuyen a liberar del suelo nutrientes que son esenciales para las plantas, como el fósforo o el nitrógeno. Estos procesos de descomposición de materia orgánica y respiración de azúcares liberan CO 2 a la atmósfera.

“La exposición a largo plazo a elevados niveles de dióxido de carbono solo puede aumentar el almacenamiento de carbono en ecosistemas con árboles jóvenes o suelos muy fértiles”, subraya Mingkai Jiang, autor principal del trabajo e investigador en la universidad australiana.

En la actualidad solo dependemos de bosques maduros para absorber parte del dióxido de carbono adicional que estamos emitiendo. “Nuestros hallazgos sugieren que tenemos incluso menos tiempo del que pensamos para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero”, apunta Jiang.

Aunque los bosques maduros sean importantes reservorio de carbono a nivel global, los resultados de este estudio confirman que “la principal estrategia para limitar el calentamiento de la Tierra, dentro de los objetivos previstos en el Acuerdo de París, debe ser la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero a la atmósfera”, concluye Ochoa-Hueso.
Referencia:

Mingkai Jiang et al. “The fate of carbon in a mature forest under carbon dioxide enrichment” Nature 8 de abril de 2020

Fuente: Agencia Sinc

sábado, 14 de marzo de 2020

¿La contaminación ambiental favorece la propagación del Coronavirus?
meteored.mx

Ayer 11 de marzo el director general de la Organización Mundial de la Salud proclamó cómo emergencia internacional el brote de Coronavirus (COVID-19), declarándola como pandemia. Esto con motivo de la rápida transmisión y el alcance internacional de propagación que ha tenido esta enfermedad.

Contaminación ambiental


Con casi 125,000 casos registrados, a lo largo de 118 países, durante estas dos últimas semanas; el número de casos ‎notificados fuera de China se ha multiplicado casi por 13 y el número de ‎países afectados casi se ha triplicado, declaró el Dr. Tedros Adhanom, director general de la OMS.‎

Como hemos hablado en publicaciones anteriores la contaminación del aire es una de las causas más frecuentes de mortalidad en la humanidad. Los altos índices de gases de efecto invernadero antropogénicos en el aire que respiramos, facilitan el transporte de virus y bacterias, de ahí la importancia de cuidar el medio ambiente.

Si bien, aún no existen estudios que hablen de la relación directa de la contaminación con el COVID-19,no es difícil deducir que uno de los países con mayor número de habitantes a nivel mundial, y con índices de contaminación altos, sea propenso a que se formulen o muten nuevas enfermedades, como ha sido el caso de los múltiples virus gripales registrados en países como China.

Los microbios mutan y se adaptan sin cesar, generando enfermedades emergentes y epidemias de impacto mortal, a esto sumemos el ambiente contaminado, medio perfecto para la sobrevivencia de nuevas bacterias. Es fácil aprender a cuidar nuestro planeta, con años de antelación se ha motivado a las personas a reciclar y hacer uso de otras medidas ecológicas que mantengan un ambiente óptimo para nuestra salud.


Nuestro planeta esta enfermo
La OMS en coordinación con la Organización Meteorológica Mundial (OMM), reportan que el 92% de la población mundial habita en áreas en las que la contaminación atmosférica supera los límites recomendados. África, Asia, Europa del Este y Oriente concentran las mayores emisiones de dióxido de carbono y el 94% de las muertes asociadas a la contaminación del aire o contaminación atmosférica.

La Agencia Internacional de la Energía (AIE, por sus siglas en inglés), indicó en un estudio reciente que Georgia país eurasiático encabeza la clasificación de los países con mayor mortalidad asociada a la contaminación ambiental, con 300 muertes por cada 100,000 habitantes.

Por otro lado, el incremento irregular de las temperaturas a nivel local y global, está científicamente comprobado que influyen en el desarrollo de bacterias. Y en otras circunstancias, como lo que sucede con el derretimiento de hielo tibetano, donde virus mortales alojados han sido descubiertos dentro de casquetes helados con 15 mil años de antigüedad.

contaminación y enfermedades



Aun cuando es un desafío enorme mantener a nuestro planeta totalmente limpio, debido a la relación estrecha que tiene el poder del mercado, sobre el poder político. De forma personal, podemos hacer que nuestro medio ambiente comience a sanar y desde casa formular rutinas diarias que contaminen menos.

Buscar alternativas orgánicas, ecológicas y sustentables, vivir en un entorno limpio funcionaria con nuestro día a día. Como el caso de Singapur, país asiático quien implementó una campaña de limpieza para evitar la propagación del COVID-19.

Otras de las consecuencias claras que favorecen la aparición y el refuerzo de muchas enfermedades, es la contaminación del agua. El derrame de múltiples residuos nocivos ya sean orgánicos o industriales y el acumulación de aguas residuales, incrementan el riesgo latente de enfermedades como el Dengue, Tuberculosis y muchas otras crónicas como el Cáncer.


miércoles, 29 de enero de 2020

Deforestación en Bolivia
noticiasdelaciencia.com

Desde los años ochenta, esta área ha sufrido una rápida deforestación debido a un gran esfuerzo de desarrollo agrícola que ha llevado a habitantes del Altiplano andino a asentarse en los llanos de Bolivia.

Las llanuras bajas y las abundantes precipitaciones hacen que la región resulte ideal para la agricultura. De hecho, el clima local permite a los agricultores disfrutar de dos periodos vegetativos. La región se ha transformado, pasando de un denso bosque a una gran extensión de terrenos agrícolas con un patrón regular. Este método de deforestación, común en esta región de Bolivia, se caracteriza por los motivos radiales que pueden verse claramente en la imagen.

Cada campo de cultivo mide unos 20 km2 y tiene unos 2,5 km de longitud por cada lado.

En el centro de cada uno de ellos pueden apreciarse pequeños asentamientos, que suelen tener una iglesia, una escuela y un campo de fútbol. Estas comunidades se hallan comunicadas por una red de carreteras que en la imagen se distingue por las líneas rectas que cortan los campos radiales y se conectan con áreas adyacentes.

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También se pueden apreciar ríos y arroyos que atraviesan los campos. Las franjas largas y delgadas en la parte superior derecha de la imagen son en su mayoría cultivos de soja.

Los bosques de todo el mundo están siendo destruidos a un ritmo alarmante. Esto es motivo de gran inquietud, ya que desempeñan un papel importante en el clima a nivel planetario y son el hogar de una amplia variedad de plantas y animales.

Gracias a su perspectiva única desde el espacio, los satélites de observación de la Tierra son instrumentales a la hora de proporcionar información completa sobre el alcance real y la velocidad de la deforestación, lo que resulta especialmente útil para vigilar áreas remotas.

Esta imagen compuesta se creó combinando tres imágenes del “índice de vegetación de diferencia normalizada” de la misión Sentinel-2 de Copernicus. La primera de ellas, tomada el 8 de abril de 2019, se ve en rojo; la segunda, del 22 de junio de 2019, en verde, y la tercera, del 5 de septiembre de 2019, en azul. Este índice se utiliza mucho en detección remota, ya que ofrece a los científicos un dato preciso de la salud y el estado de crecimiento de la vegetación. (Fuente: ESA)

jueves, 5 de diciembre de 2019

ARGENTINA

Agroecología: un cambio lento pero firme
rionegro.com.ar

La agroecología emerge como una alternativa frente a la necesidad de consumidores y productores. El Río Colorado, se avanza en la conformación de un grupo que busca la ‘soberanía alimentaria’ y apuesta a la solidaridad y la ayuda mutua frente a la crisis.



“Gente pequeña, en lugares pequeños, haciendo cosas pequeñas, pueden cambiar al mundo” (Eduardo Galeano).

En el mes de junio del corriente año, en la ciudad de Río Colorado, se llevó a cabo un taller sobre Agroecología y Soberanía alimentaria, organizado por el INTA, la Agencia de Desarrollo Río Colorado (ADERC) y la Agencia de Desarrollo CREAR. La serie de encuentros surgió a partir de una demanda a nivel local de un grupo de consumidores y un grupo de productores que querían saber más sobre estos temas. Por un lado los consumidores demandaban un alimento sano, seguro y soberano y por el otro, pequeños productores se preguntaban cómo producir en este modelo alternativo.

A partir de allí, se conformó un grupo que se autodenominó “Agroevolución Río Colorado”, los objetivos del grupo son propiciar la difusión de la agroecología como alternativa posible para alcanzar una alimentación sana y adecuada con productos locales (Soberanía alimentaria), revalorizando el rol de los pequeños productores y productoras. Participan del mismo, productores/as frutícolas, hortícolas, de aves, huerteros/as y docentes, especialmente del CET N°24. En este marco, acompañados por la Agencia de Extensión Rural Río Colorado de INTA, el programa Prohuerta, Ana Sirocchi y Pablo Barrena, se han organizado diferentes actividades como, intercambios de semillas, de plantines, insumos para los biopreparados y visitas a chacras de productores.

Uno de los mayores problemas que se plantearon en el grupo fue el acceso a la tierra, así surgió el intercambio entre una productora de Vid, quien ofreció parte de su chacra a un productor horticultor para realizar agroecología, a cambio de verduras para su consumo y por la importancia que para ella tiene el cambio de modelo productivo.

Frente a la crisis, que atraviesan los productores, y la incertidumbre para el cambio, la solidaridad, el intercambio y el apoyo mutuo, son las bases que fortalecen este grupo.
En este transitar, y conforme avanza la temporada, ya comienzan los consumidores a querer identificar y buscar en la Feria Franca Nehuen a los productores y productoras que están transitando este cambio.

Es por ello, que aparece la necesidad de comenzar a trabajar en un Sistema Participativo de Garantía. Estos sistemas se plantean como una alternativa a la certificación orgánica, que en general no están adaptadas a la realidad del pequeño productor, y poseen un elevado costo.
Según sus promotores, se plantean como una estrategia para fomentar el consumo local, a través de una certificación de calidad cruzada (productores-consumidores), que además de ser muy económica para los productores, acorta las líneas de comercialización, promoviendo un mejor precio de venta para el productor y de compra para el consumidor.

En esta vía, surge la vinculación con otros grupos e instituciones, como el CET N°24, el Módulo Agroecológico de Viedma, la Cátedra de Agroecología de la UNCO, el IPAF, la Delegación provincial de Medio Ambiente (representada por Gisel Etulain), la Feria Franca Nehuen, los consumidores “Comunidad saludable” y “Alimentación Saludable”, la Unión de Trabajadores de la Tierra, entre otros. Algo importante de resaltar es la participación activa del Centro de Estudiantes del CET N°24 y estudiantes de la ESRN “Dr. Bernardo Houssay”.


Agroecología

¿Qué es?

La agroecología consiste en un enfoque que se nutre de diferentes disciplinas científicas, así como de saberes, conocimientos y experiencias de los propios agricultores.

Permite diseñar sistemas más estables y con menores riesgos financieros, a través de la diversificación de la producción (evitando el monocultivo), y reduciendo (a través del reciclado, la autoproducción de semillas, guanos y biopreparados) la dependencia de insumos. Los mismos se tornan inaccesibles para algunos/as productores/as en momentos de alta inestabilidad económica como los que atraviesa Argentina, debido a su precio en dólares.

En números

140 son las familias pertenecientes a los dos grupos que trabaja en iniciativas agroecológicas en Río Colorado.


jueves, 28 de noviembre de 2019

Aplicación de fertilizantes de última generación reduciría la huella de carbono en la agricultura
revistatintaverde.com


En el debate sobre el cambio climático, cabe preguntarse por el papel que juega la agricultura en las emisiones de GEI. ¿Es sostenible el incremento de la producción agrícola? ¿Qué efecto tienen, por ejemplo, la produccción y el uso de los fertilizantes minerales?

Para Yara, compañía líder en soluciónes para la nutrición de cultivos, el presente y futuro de la agricultura están estrechamente vinculados al cambio climático. De hecho, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) cree que ningún otro fenómeno impactará con tanta fuerza las zonas rurales y los sistemas alimentarios del planeta.

Por eso, en el marco del Día Mundial de los Fertilizantes, que se celebra el próximo 13 de octubre, la multinacional noruega hace un llamado a los gremios, la agroindustria y el Gobierno nacional, para impulsar una producción de alimentos baja en emisiones. De no hacerlo, los aumentos de temperatura sobrepasarán los 2°C, generando condiciones meteorológicas que muchos agricultores aún no sabrían cómo manejar.

“El primer paso es no cambiar el uso del suelo; debemos mantener los grandes depósitos de carbono, como bosques por ejemplo, que además de prestar un servicio crítico al ecosistema ayudan a preservar la biodiversidad. El segundo es impulsar la adopción de mejores prácticas en el uso de los fertilizantes minerales; aplicar fuentes de nitrógeno más eficientes, tales como los nitratos, que permiten aumentar el rendimiento en cosecha y reducen el impacto medioambiental”, afirma Chrystel Monthean, Business Unit Manager de Yara para Latinoamérica.

Según un reciente estudio del Panel Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático (IPCC), la agricultura, la ganadería y los cambios de uso de la tierra son responsables por el 23% de las emisiones de gases que producen el calentamiento global. Sin embargo, lo más alarmente es que, de acuerdo a la CEPAL, la contribución de América Latina y el Caribe es 1,5 veces superior, llegando al 42%[1]. Pero aún podemos hacer algo, si nos lo proponemos.

Nuestra región debe cambiar su forma de hacer agricultura y modernizarla, adoptar nuevas tecnologías de nutrición vegetal. Diferentes tipos de fertilizantes poseen distintas huellas de carbono, y solo aquellos de última generación pueden reducirla en la producción de alimentos. La huella de carbono es un indicador de los GEI emitidos a la atmósfera, en el ciclo de vida de cualquier producto.

“En algunas etapas de su ciclo de vida, los fertilizantes emiten gases de efecto invernadero (GEI), tales como CO2 (dióxido de carbono) y N2O (óxido nitroso). Sin embargo, los fertilizantes también estimulan la captación de CO2 por parte de las plantas y, al impulsar mayores producciones de alimento por unidad de tierra arable, ayudan a prevenir la deforestación y evitan cambios en el uso del suelo”, explica Margarita González, Directora de Agronomía de Yara para Latinoamérica.

Asimismo, cuando los fertilizantes se fabrican con baja huella de carbono y tienen fuentes de nitrógeno más eficientes, como los nitratos producidos en plantas europeas, contaminan mucho menos el aire, mitigan el cambio climático y facilitan una mayor producción de biomasa para fuentes de energía alternativas, tales como la caña de azúcar y el maíz.

“A medida que navegamos el camino hacia un futuro neutro en carbono, desde Yara incentivamos a los productores de Perú a sustituir fertilizantes convencionales, como la urea, el sulfato de amonio y el cloruro de potasio, por tecnologías más sustentables: fertilizantes a base de nitratos, que junto a nuestro conocimiento agronómico, les permiten aumentar su productividad, mejorar la calidad de su cosecha y cuidar el medio ambiente”, agrega Paulo Yvan, Director Regional de Yara South Pacific.

“Nuestros programas de nutrición ofrecen una proporción de nitrógeno nítrico mucho más alta que la de otros fertilizantes; los nitratos son la fuente preferida por las plantas y ofrecen grandes beneficios para el agricultor. Por eso, invitamos a las asociaciones de productores, las autoridades y la industria de alimentos, a repensar sus planes de fertilización y trabajar con Yara para reducir su huella de carbono, alimentar el mundo de manera responsable y proteger el planeta”, concluye Yvan.

El invento que más vidas ha salvado en el mundo 

Actualmente, la mitad de la comida que se produce en el mundo, para personas y animales, es posible gracias al uso de los fertilizantes. Lamentablemente, según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), hoy se pierden 4 hectáreas de tierras de cultivo por minuto en el mundo.

Sin duda, esto constituye una grave amenaza para la seguridad alimentaria de todos. Por eso, los suelos pueden nutrirse con fertilizantes orgánicos, cuando se encuentran disponibles en el suelo, pero también deben complementarse con fertilizantes minerales eficientes, a fin de mantener el contenido adecuado de elementos esenciales, que los cultivos necesitan para su correcto desarrollo.

En muchas ocasiones, los suelos presentan deficiencias de hasta un 85% en macro y micronutrientes, lo cual origina, en el caso de los seres humanos, problemas de crecimiento, debilidad muscular, osteoporosis y diabetes, entre otras enfermedades. Para Yara, estas deficiencias podrían prevenirse desde los alimentos, mediante una adecuada nutrición de cultivos con los nitratos.


jueves, 21 de noviembre de 2019

La actividad humana empobrece la naturaleza
ambientum.com

El clima determina el tipo de redes tróficas que encontramos en la naturaleza y las actividades humanas las empobrecen. Así lo confirma un estudio liderado por el Museo Nacional de Ciencias Naturales de Madrid.

A partir de la distribución geográfica y preferencias alimenticias de todos los mamíferos terrestres de gran talla del planeta, los autores encontraron que las comunidades se agrupan en seis tipos, en función de cómo son sus redes tróficas.

El clima desempeña un papel importante en la distribución de las especies, pero se sabe poco de su efecto sobre las interacciones entre los organismos que conviven en un mismo lugar. Un nuevo estudio, publicado en Nature Communications y liderado por investigadores del Museo Nacional de Ciencias Naturales (MNCN-CSIC) se centra en una de las formas más importantes de interacción entre los seres vivos: la alimentación.

La investigación, que ayudará a predecir los efectos del cambio global sobre las comunidades biológicas, muestra cómo varía la organización trófica de las comunidades en función del clima, así como el efecto que las actividades humanas tienen sobre dicha organización.

“Con la ayuda del agua y los nutrientes del suelo, las plantas transforman la energía que les llega del sol en distintos recursos vegetales, tales como hojas o semillas. Esa biomasa vegetal sirve de alimento a distintos tipos de consumidores, tales como folívoros o granívoros. La hipótesis de partida es que la cantidad de energía disponible en cada región, determinada por el clima, restringe el tipo de redes tróficas que pueden existir. El resultado fue sorprendentemente claro”, afirma Miguel B. Araújo, investigador del MNCN.

Naturaleza

Los científicos analizaron las distribuciones geográficas y preferencias alimenticias de todos los mamíferos terrestres con un peso mayor de 3 kg. “Descubrimos que se agrupan en comunidades que, en función del clima en el que se encuentren, tienen un tipo u otro de organización trófica”, explica Manuel Mendoza, también del MNCN.

“Existe un aparente determinismo en las redes tróficas que, según parece, emerge por autoorganización, como resultado de la optimización en la explotación de los recursos disponibles. En concreto, encontramos seis formas básicas de organización trófica, a las que denominamos: boreal, templada, semiárida, tropical estacional, tropical húmeda y depauperada”, puntualiza.

Cómo afectan los seres humanos

Los resultados también muestran que las actividades de nuestra especie afectan directamente a la estructura trófica de las comunidades, disminuyendo el número de especies de esas comunidades respecto a lo que se espera, en función el clima en el que viven.

“Las estructuras depauperadas son muy interesantes. Las hemos encontrado en las islas oceánicas, en desiertos y en regiones polares, pero también en regiones muy afectadas por la actividad humana. En islas, es posible que dicha simplificación esté asociada a la dificultad de determinados niveles tróficos para colonizar estos territorios, pero también es posible que estén depauperadas por extinciones pasadas, inducidas por actividades humanas”, explica Miguel Araújo .

El científica revela que encontraron en algunas comunidades boreales o templadas de Europa y Norteamérica, que se están empobreciendo, o en comunidades tropicales, que se están transformando en semiáridas.

“Estos resultados nos ayudarán a predecir los efectos que el cambio climático y las distintas actividades humanas están teniendo ya y tendrán sobre la biodiversidad, puesto que las redes tróficas son la forma que esta tiene de autoorganizarse para explotar de forma eficiente los recursos disponibles en los ecosistemas”, concluye Araújo.


Fuente: MNCN-CSIC, Agencia SINC